Toraño (Parres), Begoña DÍAZ

La de los chiringuitos del Sella es una batalla que la Confederación está a un paso de ganar. Sólo queda ya un merendero abierto, tras denegar el organismo que preside Jorge Marquínez los permisos este año. Ya sólo Ana María García Martín, la titular del único chiringuito que queda en pie a orillas del río Sella, lucha por que su negocio no desaparezca, tal y como propone el borrador del proyecto que pretende poner en marcha la Confederación para restaurar el Sella y su entorno.

García Martín lleva desde el año 2001 con el merendero y ha obtenido las licencias correspondientes para la actividad comercial hasta este año, en el que la Confederación se lo ha denegado, ya que considera, por primera vez en nueve años, que el lugar que ocupa la instalación es inundable. «Es el único (chiringuito) que queda ya. Siete familias han tenido que cerrar, puesto que no querían exponerse a una sanción, pero yo sigo aquí», destaca la empresaria, quien afirma que todo sigue estando «como el primer día», con «la misma ocupación de terreno» y con «las mismas coordenadas». No entiende «por qué antes sí podía estar aquí y ahora no». Se ha propuesto recoger firmas para revocar la decisión de la Confederación. De momento ya ha reunido 3.000 rúbricas. Además, está finalizando un proyecto de reajuste de su merendero para exponerlo e intentar llegar a un acuerdo con la Confederación.

Este lugar, además de ser una zona de descanso para los piragüistas que desean hacer un alto en el descenso del Sella, dispone de aseos, teléfono gratuito, botiquín y también ha solicitado un puesto de Cruz Roja para ayudar a aquellos que durante el trayecto hayan sufrido algún tipo de percance.

La empresaria afirma que tiene «todos los papeles en regla», aunque lo que más le sorprende es que sigue pagando las tasas correspondientes a la apertura del merendero, cuando la licencia le ha sido denegada.

Considera que está dando «un servicio a la comunidad», pues ella se encarga de recoger y tirar toda la basura que queda alrededor de la zona, ya que «nadie pasa a recogerla nunca», e incluso «aún quedan restos del pasado descenso del Sella», asegura. «Llenamos seis bolsas de basura diaria. Aquí nadie viene a limpiar», dice. La empresaria, que anteriormente contaba con dos merenderos más, pero tuvo que cerrarlos, seguirá insistiendo para no tener que perder el último, puesto que éste es su trabajo y no piensa renunciar a él.