Llanes, María TORAÑO

La villa de Llanes creció resguardada de los embates de la mar por el murallón natural del acantilado donde se ubica el paseo de San Pedro. En esa rasa costera, a las faldas de la sierra del Cuera, nació como Puebla de Aguilar, nombre oficializado en la carta concedida en 1225 por el rey Alfonso IX. Pero parece que, muchos siglos antes, otros pobladores ya habían descubierto la idoneidad de la zona para vivir, según ha revelado el proyecto de actuación arqueológica en el yacimiento fortificado de la Punta de Jarri o Punta de la Torre.

Este saliente natural hacia el mar se encuentra en la prologación del paseo de San Pedro hacia Poo, justo a la altura de La Talá. La identificación de indicios arqueológicos tuvo lugar en octubre de 2002, como resultado de una serie de investigaciones sobre fondeaderos y abrigos naturales de la costa. En aquel momento, se informó del hallazgo al servicio de Patrimonio Histórico de la Consejería de Cultura, que confirmó el interés de los restos, y se puso en conocimiento del Servicio de Patrimonio Histórico. Nada se ha hecho desde entonces por profundizar en su identidad.

Según el estudio -firmado por los arqueólogos Rosa Barroso, Jorge Camino, Primitiva Bueno, Rodrigo de Balbín y Hernán del Frade-, el descubrimiento de un yacimiento fortificado de cierta entidad «aparentemente de época castreña» en el sector costero oriental de Asturias constituye «un hito referencial en el devinir de la investigación arqueológica regional», dada la llamativa asuncia de este tipo de asentamientos en la comarca, sobre todo al este del río Sella.

Además, el proyecto no descarta las relaciones que podrían establecerse con el enterramiento de Fuentenegroso, en la sierra del Cuera, que data de la primera Edad del Hierro. Determinar la antigüedad del yacimiento sería el primer paso para descartar una asignación medieval -el informe destaca que en la zona había numerosos castillos cuya ubicación se desconoce-, por lo que serían necesarios unos mínimos trabajos arqueológicos que indicasen la época de construcción.

«Tanto si nos encontramos ante un asentamiento castreño como si es medieval es indudable que el mismo hubo de tener una importancia capital en la vertebración del territorio costero oriental», destaca el proyecto de los arqueólogos. La fortificación se emplaza en una ubicación geográfica privilegiada, desde la cual se tiene una panorámica que se extiende varios kilómetros a la redonda, desde las inmediaciones de la localidad de Cue, por el este, hasta Posada, por el oeste. En días claros se puede seguir la costa hasta Vidiago y contemplar la sierra del Mofrechu, cerca ya de Ribadesella.

Ese dominio territorial convirtió a la zona en punto idóneo para la instalación de una torre de vigilancia, que funcionó hasta finales del siglo XIX, para avistar ballenas y bancos de peces y para prevenir de la cercanía de cualquier amenaza que llegase por el mar. En 2006, la Asociación de Vecinos y Amigos de Llanes (AVALL) denunció que en el proyecto de urbanización de La Talá y en su anexo de acondicionamiento se omitía cualquier mención a la posible existencia de un castro.

El caminante que se acerque puede distinguir la elevación que provoca en el terreno la muralla que reposa bajo la tierra de varios siglos, mientras espera a que alguien se anime a desenterrarla.