Loroñe (Colunga), B. MORÁN

El tamaño sí importa en materia de aceras. Treinta centímetros no dan la talla. Esta medida, más propia de un bolso de mano o un miniordenador portátil, es la del ancho de un tramo de acera de unos 10 metros de longitud integrado en un itinerario peatonal de 600 metros. La acera, que actualmente construye el Gobierno del Principado en el pueblo colungués de Loroñe, comienza al inicio de la localidad, con un metro y veinte centímetros de ancho; pero al llegar a la mitad del recorrido se estrecha hasta los treinta centímetros. El itinerario discurre paralelo a la AS-260, que une Colunga y Arriondas por el Sueve. Una vía con mucho tráfico.

Una tomadura de pelo propia del día de los Santos Inocentes. Así se referían a la sorprendente acera los vecinos de Loroñe, que llevan cinco años reivindicando la construcción de esta acera. Claro que ellos la querían «correcta y justa».

Aglutinados en la Asociación de Vecinos de las Faldas del Sueve, los de Loroñe denunciaron ayer esta situación, que a los ojos de cualquiera puede resultar increíble, tratándose de una obra que ejecuta la Administración regional, sobre todo por aquello de que a algunos dirigentes políticos se les llena la boca al hablar de eliminación de barreras arquitectónicas o acceso universal. En el tramo de 30 centímetros de ancho no cabe ni una silla de ruedas, ni un peatón con muletas. Y se da el caso de que justo en ese tramo de acera, casualidades de la vida, viven cuatro personas discapacitadas.

La construcción de la acera de Loroñe fue una obra propuesta por el Ayuntamiento a través los fondos del «plan A». Las obras, en un estado muy avanzado ya que terminarán en enero, no satisfacen a los vecinos. «Este tramo de acera es imposible de transitar», lamentan los lugareños, que se aferran a que al estar las obras en marcha aún hay tiempo para corregir una «chapuza» semejante.

«La acera la pedimos por seguridad y en este tramo no se garantiza», denuncian Manuel Olivar y Ramón Carlos Vega, secretario y presidente, respectivamente, de la asociación vecinal, mientras resaltan que esos treinta centímetros «impiden el acceso y uso del itinerario a cuatro vecinos con discapacidad. Sólo exigimos que, después de cinco años esperando, la obra se ejecute bien y se ajuste a la seguridad que demandamos».

Los vecinos hacen hincapié en lo injusto de la situación, dado que a cuatro vecinos minusválidos se les niega el tránsito libre y seguro por la zona en la que residen.

La explicación al ridículo tramo de acera que los técnicos y el Ayuntamiento han dado a los vecinos es que el propietario de la vivienda que limita con la acera no ha cedido terreno. Los vecinos, apesadumbrados por toda esta situación, se muestran incluso dispuestos a pagar con los fondos de la asociación la expropiación de los metros necesarios para que la acera tenga en todo su trazado la misma anchura. La obra supone una inversión de 366.200 euros. Un capital considerable que, según los vecinos, debería garantizar un resultado final adecuado a los tiempos que corren.