Ribadesella,

Patricia MARTÍNEZ

Los primeros tres cuartos del siglo XX fueron en Ribadesella años de música y tablas. En el teatro Divino Argüelles se podía ver zarzuela, un género que volverá a sonar, 70 años después, en los cuartos encuentros de «Manos Curtidas», organizados el viernes en la Casa de Cultura por la tertulia femenina «El Garabato».

La riosellana Carmen González Pando aún recuerda cuando su padre, José Ramón González, le contaba cómo «las compañías que actuaban en San Sebastián paraban en Ribadesella cuando venían de regreso» para hacer sus representaciones. Sobre las tablas locales pudieron verse obras teatrales, zarzuelas y cantantes como Miguel Fleta, tenor lírico aragonés de la época. Los bailes de Carnaval en el Divino Argüelles también eran «famosísimos», rememora González Pando antes de describir con precioso detalle cómo era el teatro entonces. «Tenía los palcos forrados con terciopelo rojo y también había general y las butacas. Era una preciosidad, es una pena que lo hayan dejado así», añade.

El teatro es hoy propiedad privada y atrás quedaron los estrenos y los aplausos en directo, que luego dieron paso al cine. El historiador Juan José Pérez Valle explica en su artículo «Réquiem por el Divino Argüelles», publicado en la revista «La Plaza Nueva», que el teatro surgió de la necesidad que tenía la «pequeña pero pujante clase media riosellana (comerciantes, rentistas indianos, escasos industriales y titulares de profesiones liberales) de principios del XX de disponer de salones adecuados, a semejanza de los que existían en las ciudades, donde pudiesen representarse obras teatrales, de zarzuela y todo tipo de espectáculos». Con un aforo de 355 plazas, el teatro fue inaugurado el 16 de julio de 1911 con la actuación de una compañía que puso en escena la zarzuela «Las grandes fatiguitas». Las tablas recibieron muchos y muy variados espectáculos y también acogieron la afición que su apertura había arraigado en Ribadesella.

Pérez Valle narra cómo los grupos de aficionados pusieron en escena «variadas obras de comedia y sainete e incluso se atrevían con pasajes de zarzuela, actuando generalmente para obras benéficas». De uno de estos grupos de aficionados locales, ya en la década de los años cuarenta, se acuerda Carmen González Pando. «Hicieron más teatro cómico que zarzuela», explica antes de citar, de memoria, una frase de una de las piezas que interpretaron, «La Rosa del Azafrán».

Pasados los años cuarenta la zarzuela no regresó, pero la música continuó. En El Casino, lo que hoy es el Banco Herrero, «había unos bailes preciosos» y la Sociedad Cultural y Deportiva también organizaba eventos. A pesar de que eran tiempos de posguerra, González Pando explica que Ribadesella «fue un pueblo alegre, había verbenas en la plaza Nueva, carrozas el día de Santiago, la gente quería disfrutar, quería vivir».