Lastres, Patricia MARTÍNEZ

Ángel Cuartas Cristóbal tenía 24 años y estudiaba en el Seminario de Oviedo cuando le fusilaron junto a otros siete compañeros y un sacerdote. Ayer, casi ochenta años después, sus restos viajaron desde el cementerio de Lastres hasta la capital asturiana para continuar su proceso de beatificación.

Este estatus reconoce su santidad y autoriza su culto público, aunque en un ámbito menor que el del santo. Si la Santa Sede finalmente da luz verde a la propuesta, Cuartas Cristóbal se convertirá en el primer beato lastrín de la historia.

Los restos del seminarista se extrajeron ayer de la capilla del cementerio local y se depositaron en una mesa cubierta con un mantel blanco. Presenciando el acto estaban el arcipreste y párroco de Colunga, Gaspar Muñiz Álvarez; el delegado del Obispo, como juez, Jaime Díaz; el promotor de Justicia, como fiscal, Julio Eugui; el notario eclesiástico, Alejandro Soler, y el rector del Seminario y promotor de la causa, Antonio Nistal. Junto a los religiosos se encontraban también un médico forense civil y sobrinos directos de Cuartas Cristóbal. La declaración de beatitud busca «que reconozcan su martirio, pues murió por Dios y no por causas políticas», explica Gaspar Muñiz. El seminarista fue asesinado durante la conocida como Revolución de Octubre del 34, un periodo político muy convulso en Asturias. Un grupo de insurrectos incendió el convento de Santo Domingo y el Palacio Arzobispal de Oviedo y detuvo a los seminaristas.

«Los pillaron de noche, sólo buscaban coronillas y sotanas, no fue una cuestión política», añade el párroco de Colunga, para quien aquella revolución les pilló de sorpresa. El proceso de beatitud es controlado en todas sus fases por la Santa Sede, que pone especial celo para evitar la falsificación de reliquias. El cofre que contiene los restos del mártir lastrín se abrió ayer ante todos los presentes y en su interior pudieron verse los huesos, un periódico de la época y una nota con el nombre y la fecha del fallecimiento.

Los familiares de Cuartas Cristóbal aún tardaron dos años tras el fusilamiento en recuperar su cadáver, que primero fue enterrado en el piso de la capilla del camposanto lastrín y posteriormente depositado en uno de los osarios laterales. Los religiosos trasladaron el cofre íntegro al Seminario de Oviedo, donde le practicaron un segundo reconocimiento forense, «más exhaustivo». Allí sus restos reposarán en un nuevo sepulcro, que será presentado el martes 19 de marzo junto al de los otros ocho mártires.

Para Gaspar Muñiz, «si sale adelante la beatitud ya será un paso importante», lo que es bastante probable dado que esta categoría se alcanza si se demuestra «que murieron por el odio a la fe». La Iglesia Católica valora especialmente a los mártires, que ante amenazas graves y mortales reafirman su fe y son, para la institución, un ejemplo.

Cuando Cuartas Cristóbal y sus compañeros fueron apresados, los milicianos decidieron trasladarlos a la cárcel de Mieres, pero los fusilaron por el camino, dejando con vida a uno de ellos que, según dijeron, aún no era cura. Este joven declaró, años después, que los seminaristas lanzaron vivas a Cristo Rey y a una España católica antes de ser asesinados.

La voluntad de la Iglesia de evitar mezclar sus causas con la política lleva a veces a esperar a que fallezcan los familiares de los ejecutores. Gaspar Muñiz añade, por otra parte, que «no se trata de beatificar a los de un lado u otro. Su martirio fue por Cristo y por defender la fe cristiana».

El sacerdote subraya la importancia de la beatitud de los seminaristas mártires, pues son «propiamente diocesanos, no pertenecen a ninguna orden religiosa». Además de Cuartas Cristóbal, el sacerdote Marciano José, de Lasalle, ha sido declarado santo y estuvo muy vinculado a Colunga, donde vivió e impartió clase en la «Fundación Montoto».