Toriellu limita con Camangu y Cuerres, con la carretera vieja a Llanes (AS-263) y con el mar Cantábrico. En la zona que baña la localidad riosellana «hay mucho pescado», como asegura Manuel Martínez, el alcalde pedáneo desde hace seis años. No tienen pedral y "lo más popular que hay es «Jigarines", un camino que conduce a la costa, en el que «siempre se fue mucho al congrio, ya los antiguos iban allí», añade el representante vecinal.

Él mismo continúa viviendo de la pesca, junto a la familia que regenta el restaurante «Casa Tista» y uno de los hermanos de su propietario. Como sucede en todos los pueblos de la comarca, antiguamente «vivía todo el mundo de la ganadería», relata Martínez antes de añadir que «cuando llegó el "boom" de la construcción todos fueron cambiando. Ahora, vivir, nadie», y en la localidad sólo quedan ocho o diez vacas testimoniales.

Durante el desarrollo urbanístico que hizo que tantos habitantes del medio rural dejasen el sector primario para pasarse a la construcción, en Toriellu se hicieron casas, sobre todo «hacia la carretera que va para Cuerres», describe el alcalde pedáneo, quien calcula en unas veinte las nuevas construcciones. Sin embargo, en el centro de la localidad apenas se levantó nada nuevo y los vecinos están «a gusto» con el núcleo despejado, «para los del pueblo siempre está mejor así», apunta Martínez.

En Toriellu aún queda «muchísimo terreno edificable» y, ante la próxima redacción del planeamiento urbanístico del concejo, el alcalde pedáneo señala que no les quieren dar más «porque dicen que el centro del pueblo está sin construir».

Durante todo el año residen unas 85 personas, entre las que hay seis críos menores de cinco años y «bastantes jubilados, como en todos los pueblos». A esta población se suman, durante el verano, entre treinta y cuarenta residentes más. Toriellu tiene dos santos y dos fiestas: celebran la Virgen de Fátima el 13 de mayo y San Martín el 11 de noviembre. Para la que cae en primavera hacen misa y también romería, «una fiesta grande, con carpa y mucha gente», señala Martínez al tiempo que describe cómo, desde hace unos diez años, suelen regalar a los asistentes pulpo con patatas que prepara la comisión y ofrece en el bar de la fiesta.

Una chica vestida de aldeana protagoniza el mural de cerámica que el Ayuntamiento riosellano ha instalado en el centro del pueblo, donde antiguamente había otro negocio, «La Guinda», que cerró hace unos 25 años. Frente al «campu» está la capilla de San Martín y la escuela, que no está reformada y «no se utiliza. Arriba en la vivienda reside una señora y abajo tiene cosas la comisión de festejos», explica el alcalde pedáneo. Toriellu comparte su principal necesidad con otras localidades de la zona y de la comarca, «el saneamiento, sin ninguna duda», destaca Martínez. Esta obra acabaría con «todos los problemas de los pozos negros», unas dificultades que se incrementan en verano con el aumento de población.

Al alcalde pedáneo también le gustaría hacer un parque, «ahora que hay niños pequeños», pero lamenta no tener «un lugar donde hacerlo». A esto añade «arreglar algún camino, que nunca viene mal», y apunta que la carretera general, la AS-263, está «bien asfaltada». Esta vía conduce a los vecinos hasta la villa de Ribadesella, a unos cuatro kilómetros, y la recorren mayoritariamente en coche, aunque «pasa un autobús por la mañana y otro por la tarde».

Martínez bromea sobre las discusiones que mantienen los habitantes de la localidad riosellana con la aledaña Camangu sobre a quién pertenece el nacimiento del río Guadamía, que surge donde ahora se ubica el polígono industrial del mismo nombre. También discuten sobre los acantilados de Tomasón, aunque el vecino de Toriellu reconoce que éstos están en Camangu. Sea de quien sea, el río Guadamía discurre a un kilómetro y medio del pueblo y desemboca en la playa homónima, adonde los vecinos acuden a bañarse tras recorrer una distancia que «no llega a dos kilómetros».