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Un yogui riosellano de 95 años

Arsenio Prieto lleva más de medio siglo practicando técnicas de meditación que ha aprendido por su cuenta: "Estudié y estudié, y se convirtió en un vicio"

Un retrato ganador. JONATHAN HEVIA

De su madre aprendió la técnica curativa de imponer las manos y a los 43 años cayó en las suyas un artículo sobre la relajación de la mente. Al riosellano Arsenio Prieto le faltan menos de cinco años para cumplir un siglo y tiene claro que "la vida es un vaivén, un ir dando tumbos". Por eso, para mantenerse erguido, lleva más de 50 años practicando la meditación, un aprendizaje que ha obtenido de los libros y de su propia experiencia.

"Hay que trabajar la parte psíquica, es lo que me sostiene. Si no, no hago nada", explica Prieto, quien además ha protagonizado la imagen con la que el riosellano Jonathan Hevia (pareja de su nieta, Emma Alonso) ha sido nominado a los premios "Goya" de fotografía en la categoría de retrato. En las otras tres categorías (reportaje gráfico-documental, boda y tema libre, Hevia también ha sido nominado).

Asegura que no se puede quejar del tiempo que fue a la escuela de Vega, pues entonces "nadie iba tantos años: hasta los 13". Después tuvo que dejarlo para ayudar a sus padres a trabajar el campo, una de las muchas dedicaciones profesionales que tuvo Prieto en su vida. También fue albañil, carpintero, minero y pescador, aunque cuando se le pregunta a qué se ha dedicado la respuesta es rotunda y ejemplar: "Me dediqué a vivir", espeta sonriente y antes de afirmar que "es la cabeza la que funciona y lo que hay que cuidar siempre".

Él lo ha hecho con conciencia y el resultado puede apreciarlo cualquiera con quien entable tranquila conversación. "Siempre tuve mucha costumbre de leer, era como si tuviera un vicio", narra antes de apuntar que fue en LA NUEVA ESPAÑA, a la que estaba suscrito, donde leyó por primera vez el artículo de un médico que explicaba cómo "uno puede aprender a relajarse. Empecé a explorar esto y a partir de entonces siempre fue la cabeza", explica antes de advertir de que "pruebas cincuenta cosas que no funcionan y una sí". El resultado de más de medio siglo de observación de la mente a través de técnicas, sobre todo, orientales, lo cuenta el riosellano en pocas palabras. "Lo da la misma vida. Hay que pensar que no hay nada escrito cuando se trata de trabajar la mente. Un autor dice una cosa y otro otra. Voy a prepararme yo mismo para hacer mi camino", resume Prieto, quien encontró en el yoga una de sus disciplinas predilectas. "Pero no el de los gimnasios", advierte antes de asegurar que de actividad física regresó "harto" después de estar tres años y medio en el servicio militar. Recién terminada la Guerra Civil y en un momento en que la participación de España en la II Guerra Mundial no estaba del todo clara, el riosellano estaba destinado en Marruecos, donde se apuntaba "a todas las academias que había. Lo mío era estudiar", relata.

Ya de vuelta en Vega trabajó en la Mina Ana, aunque una noche en que le mandaron a reparar una chimenea se dijo que, "si salía de allí, no volvía más", rememora. Y así fue, porque trabajó a partir de entonces en el exterior, como albañil y carpintero haciendo lavaderos. Prieto también se dedicó a la construcción, aunque sin duda lo que más le ha ocupado es la búsqueda de conocimiento. "Estudié y estudié y estudié y se convirtió en un vicio", explica el nonagenario, quien con el paso del tiempo compró muchos libros y recibió muchos regalos de quien ha sabido de su infatigable interés. En este camino ha encontrado satisfacciones, pero también sinsabores. "Uno que se ríe, otro que cuestiona lo que estás haciendo... pero tienes que superar esos escollos. El premio es haber llegado a los 95", concluye el riosellano con alegría y antes de preguntarse: "No sé quién puede pedir más".

Casado con María de la Luz Maza desde hace 70 años, el matrimonio vive ahora con una de sus dos hijos en la localidad llanisca de Llames de Pría. Gran aficionado a caminar y conversar, Prieto explica que ahora "es imposible seguir leyendo tanto. Con los años se pierde cantidad de vista, de oído, olfato y gusto", lamenta con la aceptación de quien está "rematando una vida". Lo hace, sin embargo, con mente de aprendiz: "Hay una conciencia, que es la que nos enseña lo que ella sabe, no se pierde nada", explica antes de describir su experiencia como modelo de fotografía como "una satisfacción de las que alimentan. Son pequeños empujones para salir adelante. Todo esto da vida, ayuda a vivir".

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