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Un informático hace el mejor gamonéu del valle

José Luis Alonso, ganador del puerto: "Me presta por mi abuelo"

Alberto Martínez, en Corao ayer. C. CORTE

A Alberto Martínez Alonso, de la quesería Priena de Corao, la victoria en el Certamen del gamonéu de Benia de Onís no le pilla del todo por sorpresa. El motivo: sus piezas ya alcanzaron el primer puesto del podio en las ediciones de 2007, 2013, 2015 y 2016.

Para este elaborador de la variedad del valle la clave del éxito reside en tener buena materia prima. Por eso cría personalmente las vacas, cabras y ovejas que le proporcionan la leche con las que después da forma a sus quesos. Asegura que a la mezcla láctea le echa también grandes dosis de "sacrificio, constancia y dedicación".

Lejos de permitir que el éxito se le subiera a la cabeza, ayer ya estaba a primera hora de la mañana mimando sus quesos en la localidad canguesa de Corao. "Este oficio no admite descanso", simplifica Martínez, para quien el premio supone un buen impulso y promoción. No obstante, matiza que los tres mil kilos de gamonéu del valle que, de media, elabora al año ya están "más que vendidos". Por eso no pudo participar en otros concursos, como el de quesos de los Picos de Europa que se celebra por el Día del Pilar en Cangas de Onís y en el que ya obtuvo victorias en 2010, 2011 y 2012. Que sus piezas coticen a una media de 30 euros el kilo no es un impedimento para que se las quiten de las manos y agote existencias. Y, según matiza, los compradores son siempre clientes fieles de la comarca. Pese a la creciente demanda, el quesero del valle descarta, por el momento, aumentar la producción. "Prefiero centrarme en mejorar los parámetros de calidad y el sabor", afirma.

El vencedor del certamen oniense constata que este ha sido un año difícil para el gamonéu. "Nos costó encontrarle el punto porque a principios de verano hubo tanta humedad y lluvia que no secaba del todo bien y, en agosto, demasiado calor, con lo que el producto descontrola", confiesa.

La de Martínez es una historia de superación. En su familia no había pastores ni nadie que le diera indicaciones sobre cómo fabricar queso. Por eso, en un primer momento, se inclinó por el mundo de la informática, al entender que tenía más salida profesional. Tras varios meses lidiando con secuencias de bits -dígitos binarios comunes en el lenguaje de la programación- llegó a la conclusión de que aquello no era lo suyo y optó por abrir, en 2007, una quesería "por ser la mejor fórmula de encontrar trabajo sin salir del pueblo".

Según cuenta, los comienzos fueron duros. Pese a los cursos de formación realizados, no acababa de dar con el punto óptimo de sabor para sus piezas, muchas de las cuales acababan en la basura. "Fue un proceso lento, aprendí con la práctica, a base de aciertos y errores, y aún sigo trabajando para perfeccionar la técnica", indica.

Sin ayuda de nadie, pero con la satisfacción de ser su propio jefe, saca adelante hoy en día cuarenta cabras, sesenta ovejas y cinco vacas lecheras. Pese a que no se atreve a subirlas a los pastos comunales en altura por temor a los ataques del lobo, procura darles siempre la más exquisita alimentación en el valle. No obstante, Martínez resalta que el mayor obstáculo que encuentra hoy en día en su carrera no es la fauna salvaje, sino las personas que fabrican queso de forma irregular. "La gente piensa que por no traer etiquetas sus quesos son más auténticos, aunque la verdad es que son un riesgo para la salud al no pasar ningún control sanitario y dañan nuestra imagen", asevera. Y se queja: "Para nosotros, todo son inspecciones, pero con la media docena que cometen fraude nadie se mete. Nos sentimos impotentes e indefensos". Por eso, el quesero pide a la Administración regional a que tome cartas en el asunto "cuanto antes".

Entre las medidas propuestas por Martínez se encuentra la de imponer graves sanciones económicas a los puntos de venta que ofrezcan gamonéu sin etiqueta y urgir a todos los productores a integrarse dentro del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida (DOP).

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