En estas entrañables fechas de tanta felicitación navideña y muy buen rollo, resulta que al concejo de Cangas de Onís -no sólo, ni exclusivamente al equipo de Gobierno presidido por José Manuel González Castro- se la están envainando con vaselina. Y encima con nocturnidad y alevosía. Todo a resultas de un envenenado "regalo" remitido a la primera autoridad del municipio en vísperas del sorteo de la Lotería, pero que nada tiene que ver, ni de coña, con la diosa Fortuna, sino todo lo contrario.

El tema es que la flamante dirección del Parque Nacional de los Picos de Europa, junto con el Consorcio de Transportes de Asturias (CTA), supuestamente con el visto bueno del Ejecutivo del PSOE, acaba de presentar una resolución, vía Tráfico, que pasa a incrementar el cierre de la carretera C0-4 (Covadonga-Lagos) de los 161 días del ejercicio anterior a ¡¡¡¡los 209 en el venidero 2019!!! Más se seis meses -únicamente 156, en temporada baja, quedaría libre-, que se dice pronto, a beneficio del operativo del Plan de Transporte.

Con independencia de las cifras, resulta grotesco el ninguneo al que ha sido sometido en ese controvertido asunto el propio Ayuntamiento de Cangas de Onís, como si no pintara nada; como si los terrenos que aporta al espacio protegido fuesen ínfimos, como si estuviese dispuesto a hacerse el hara-kiri aceptando y tragando lo indefendible. Nunca antes se registró una actuación similar, pues la que ahora mismo barajan los mandamases de Oviedo sobrepasa con creces cualquier "línea roja".

Llevamos algún tiempo escuchando la palabra "masificación", un vocablo fuera de lugar, al menos para mí. Quizás ese venga a ser el argumento para darle una vuelta de tuerca más a quienes viven directamente del sector turismo en la comarca del Oriente y más exactamente en el área de influencia de la vertiente asturiana de los Picos. Cuantas más restricciones y prohibiciones haya, seguro que mermarán visitantes, dado que la gente buscará otros destinos.

Una cosa es que se apoye un sistema de regulación de tráfico a Los Lagos -el tren de cremallera es la mejor solución, digan lo que digan- y otra muy distinta que establezcan un "coto privado" para regocijo del Consorcio de Transportes de Asturias, sin ningún beneficio para el Ayuntamiento de Cangas de Onís. Ahí están las barreras automatizadas, los paneles desorientadores -pésima información-, las 209 jornadas con la carretera C0-4 cortada. ¿Por ahí enfocan el futuro de nuestra comarca? Pues, va ser que no.

Defender el operativo del Plan de Transporte, que debe ser totalmente consensuado, no debe facilitar "barra libre" a una multinacional del transporte por carretera que persigue pingües beneficios. Me encuentro entre los defensores de una regulación de acceso al parque nacional de los Picos, pero no de esa manera. Sin diálogo -bonita palabra, sin duda- no queda más remedio que plantarse ante los abusos y el autoritarismo. Espero y deseo que el Ayuntamiento defienda sus intereses y no se pliegue.

Si el Plan Rector de Uso y Gestión, camino de salvar todos los obstáculos habidos y por haber, ya preocupaba de por sí; ahora, esa vuelta de tuerca, otra más, de la dirección del Parque Nacional -por cierto, mal empezamos-, junto con el Consorcio de Transportes de Asturias (CTA), hace temblar los cimientos del tejido comercial y turismo del suroriente asturiano. Y es que, no me cansaré de repetirlo las veces que haga falta, nuestra particular Alcoa -con todo respeto hacia los trabajadores que luchan por mantener sus empleos en la factoría avilesina- son Los Lagos y Covadonga.

Sí, a un Plan de Transporte a Los Lagos; pero, no así. El futuro de Cangas de Onís y comarca está más que nunca en juego. Si en la segunda mitad de los 80 del siglo pasado se peleó con cordura y unidos -salvo alguna que otra excepción- por el final de etapa de la Vuelta Ciclista a España, lo que supuso, posteriormente, el despegue del sector turístico en la zona, me parece que en estos momentos hace falta reeditar aquella situación para evitar el cierre a medio plazo de muchos pequeños comercios, bares y hoteles. No es un cuento de Navidad, un mucho menos una Inocentada, es la triste realidad. ¿Ceder o plantarse? Esa es la cuestión. Yo me planto.