Las cinco cuevas asturianas Patrimonio de la Humanidad se encuentran, en general, en buen estado de conservación y, aunque los efectos del turismo se dejan notar en aquellas que están abiertas al público, en ningún caso esto ha afectado a las cavidades de una forma definitiva. Así lo han hecho público la directora general de Patrimonio Cultural, Otilia Requejo, y la catedrática de Geología de la Universidad de Oviedo Montserrat Jiménez-Sánchez, en el Centro de Arte Rupestre de Tito Bustillo, durante la presentación de un estudio que ha evaluado el estado de conservación tanto de las cuevas como de su entorno para, a partir de estas conclusiones objetivas sobre el momento actual de las cuevas, seguir estudiándolas para resolver cómo gestionarlas, abriendo incluso la puerta a que aquellas que actualmente no admiten visitantes puedan hacerlo en el futuro.

Las cuevas asturianas que tienen esta calificación de Patrimonio de la Humanidad son El Pindal (Ribadedeva), Llonín (Peñamellera Alta), Covaciella (Cabrales), Tito Bustillo (Ribadesella) y La Peña de Candamo. Precisamente, la única que presenta un peor estado es la que no se encuentra en el Oriente: La Peña de Candamo. Eso sí, aunque está abierta al público, ésta no es la causa principal de este deterioro, ya que tuvo que estar cerrada durante catorce años por "la existencia de contaminación de origen vegetal". Esta cavidad presenta un "peor estado de conservación de su arte rupestre".

Sobre el resto, aunque cuenta con modificaciones, el estudio no ha arrojado datos que permitan afirmar que su deterioro es significativo. "Las cuevas turísticas van a tener una serie de impactos que no encontramos en las cuevas que están cerradas al público. Las modificaciones inducidas en las cuevas con motivo de su apertura inducen una serie de modificaciones que las desvían de su estado natural", explica Jiménez-Sánchez. En este sentido, el ejemplo más claro se encuentra en Tito Bustillo. Allí, su acondicionamiento para abrirla al público llevó a la construcción de un nuevo túnel de acceso que produjo importantes cambios en la cavidad, al contrario de lo que ocurrió en El Pindal, donde la catedrática de la Universidad de Oviedo considera que "los impactos que se hicieron en el medio para el acondicionamiento turístico de la cueva han quedado tan integrados en el propio medio subterráneo que visualmente no ofrecen una visión tan negativa".

En el caso de las dos que, por el momento, se mantienen cerradas a las visitas, Covaciella y Llonín, se ha observado que su estado de conservación y, sobre todo, el de sus pinturas, sí que es mejor. De hecho, Jiménez-Sánchez no duda en calificar como "magnífico" el estado de las creaciones rupestres de la cavidad cabraliega, siendo también "muy bueno" el estado en el que se encuentran las de Peñamellera Alta, donde las mayores modificaciones de la cavidad se han producido por las excavaciones arqueológicas y por "su uso histórico en relación con la curación de quesos".

Pero no solo el turismo es un factor importante, sino que los propios factores naturales que rodean la cueva juegan un papel muy a tener en cuenta. Y, de nuevo, el ejemplo más claro está en Ribadesella, ya que por la cueva de Tito Bustillo pasa el río San Miguel. "Las crecidas del río San Miguel son un problema muy conocido que requiere el incremento de medidas, que van mucho más allá de la propia cueva, que comprenden el macizo de Ardines y la propia cuenca de drenaje del río", considera Jiménez-Sánchez, quien, eso sí, admite que en el pasado reciente este río no ha afectado de forma notable a las pinturas.

Ahora, este primer estudio de las cuevas, sus condiciones y su entorno va a ser un punto de partida para investigaciones más amplias que van a permitir tomar decisiones a largo plazo sobre la gestión de las cavidades, lo que podría llevar a ajustar la entrada de visitantes o, por el contrario, a abrir las que están cerradas.