Hartos de que reine el incivismo en la vía pública y los responsables del botellón campen a sus anchas. Los vecinos del barrio del Cuetu, en Llanes, se han acostumbrado, con resignación, a que sus calles, los fines de semana, se conviertan en un campo de batalla donde se lleven a cabo pintadas, se rompan bancos o señales, se destrocen puertas y ventanas y se golpeen contenedores o buzones. Y todo esto con una ordenanza antibotellón en vigor cuya aplicación, según dicen, es inexistentes.

"Todos fuimos de fiesta, y es hasta normal que los chavales den voces. Otra cosa es romper el mobiliario urbano o dar patadas a los contenedores y dejar la basura por mitad de la calle", dice Luis Sordo, vecino del barrio del Cuetu. Éste ha visto recientemente cómo han reventado la puerta del contador del agua de su vivienda que da a la calle. La senda del río Carrocéu o el aparcamiento del viejo hospital son las zonas de botellón. Al terminar la juerga en estos lugares es cuando comienzan los problemas.

Lo dueños del hotel El Cantil, abierto antes de Semana Santa, ya han acudido a la Guardia Civil para denunciar los desperfectos causados a la cámara de seguridad del establecimiento y en el buzón. Pilar León y su hijo Francisco Díaz describen todo tipo de episodios delante de su casa que van desde intentar reventar la puerta de la vivienda a patadas, o romper ventanas. "He visto a gente hacer sus necesidades delante de mi casa", cuenta Pilar León.

Los vecinos piden que patrullas de la Policía Local y Guardia Civil pasen cada poco por la zona para disuadir a los vándalos. "Llamas, vienen con el coche, les ven venir, esconden o tiran la mercancía de los botellones para que no se la puedan quitar y se van. Deben querer que seamos nosotros los que nos enfrentemos a ellos", dicen.