San Felipe huele a verano. A alpargatas blancas y a comida campestre. Y aunque este santo al que rinden culto los pueblos vecinos de La Galguera y Soberrón no es la primera fiesta del concejo, sí suele ser el arranque de las romerías que Llanes acoge durante su larga temporada estival. Por eso, tal vez, es una de las fiestas más queridas del municipio.
Las restricciones por la crisis sanitaria impidieron que ayer, "el Primero de Mayo", San Felipe tuviera procesión. Las mozas no pudieron salir, ramos de pan y mantos en ristre, desde las escuelas de La Galguera para llegar hasta la capilla en Soberrón. Tampoco hubo gaiteros, ni bailes regionales, ni comida campestre en los aledaños a la pequeña ermita. Pero la devoción de estos pueblos va más allá de la presencia física y por eso, a iniciativa de Bea Robredo, hubo ramu y vermú y, a propuesta de Silverio Sánchez, no faltó la espicha tradicional con tortilla de patata como plato principal.
"Se nos ocurrió que cada una de las mozas del ramu podía cantar una estrofa de los cantares al son de su pandereta en casa. Luego haríamos un vídeo para colgarlo en redes sociales y, al menos, la parte religiosa de la fiesta pudiera celebrarse de una manera entrañable", explica Robredo. Y así sucedió. Grandes y pequeñas, con tambor y con pandereta, entonaron los cantos a San Felipe para hacer del suyo el ramo más virtual. Eso sucedía por la mañana, y a más de uno le despertó las lágrimas.
Por la tarde, en el patio interior de un edificio de La Moría, en la villa llanisca, los vecinos decidieron sacar tortillas por sus ventanas, en cestos, para participar en un concurso bañado con sidra. "San Felipe no se puede quedar sin celebrar", reconoció Sánchez, que organizó un concurso de tortillas, premios incluidos, para valorar la mejor de las 14 presentadas. No faltaron las risas, igual que sucede, cada año, en la entrañable fiesta que es capaz de aunar las simpatías de todo el concejo llanisco.
