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Un vecino observa el hórreo, aún de pie, en una imagen de archivo.LNE

Vis ya añora su hórreo pintado

"Era una ruina anunciada", lamentan los propietarios de la construcción derrumbada en Amieva, que habían pedido ayuda a la Administración

Uno de los hórreos que las tropas napoleónicas pintaron a su paso por el barrio de El Pedrosu, en Vis, se ha derrumbado. La madera de castaño guardaba con celo la impronta en tinta de la presencia de las tropas napoleónicas en Amieva durante la Guerra de la Independencia. Siempre habían estado ahí, los vecinos creían que eran dibujos pueriles, porque estaban pintados sin técnica alguna, y nadie le había dado más importancia. Más tarde, un examen dató aquellos trazos en una obra de primeros del siglo XIX. Pero el hórreo tenía, cuentan sus propietarios, "unos 500 años" y fue pasando de padres a hijos, generación tras generación, hasta que el paso del tiempo acabó por hacer que se derrumbara.

Hace dos años, Francisco José Fernández y José Ángel García, sus legítimos propietarios, dijeron a las administraciones que el hórreo que poseían en Vis estaba dañado y no podían sufragar su rehabilitación. "Fuimos haciendo arreglos con el paso de los años, pero llegó un momento en el que no eran suficientes, habría que haberlo desarmado, arreglado y volverlo a levantar; nosotros somos pensionistas y rehabilitarlo costaría mucho más de 50.000 euros, ¿de dónde íbamos a sacarlo?", se preguntan. Propusieron entonces cederlo a la cosa pública para evitar su derrumbe, pero solo encontraron silencio.

El jueves pasado, cuando García tomaba una cerveza en casa con un amigo, José Antonio Suárez, escucharon un "estruendo enorme". Pensaron que había tormenta y, al asomarse, "vimos el hórreo en el suelo", y a nadie le extrañó. Fue, dicen, "la ruina anunciada", algo que no implica que "no nos dé pena haber perdido un hórreo que se conservó durante tanto tiempo" y que escribió tantas historias, de vida, de cultura y de familias. "Aquí dormimos mientras se hacía la casa", recordaba ayer Francisco. Y allí subieron y bajaron cientos de veces a dejar ablanos, patatas, maíz y todo aquello que hiciera falta. "Lo vamos a echar mucho de menos", no sólo por el hueco físico que deja, sino por el vacío personal que supone.

Lo comentaban los dos dueños mientras daban vueltas en el barrio, donde José Ángel, con la ayuda de Suárez, fue apilando maderas para permitir el paso hasta las viviendas. "Al caerse colapsó el barrio y no había paso por los caminos", con lo que "estuvimos dos días, sin parar" de hacer acopio y selección. Separando tejas sanas de rotas, maderas podridas de sanas, pilares y pontones, pegollos y, al fin, las maderas con el recuerdo histórico que la francesada dejó impregnado en los cureñes y liños. Porque es que delante de las casas de los dueños del hórreo de El Pedrosu discurría la senda del Arcediano, un camino histórico que comunicaba Asturias con la Meseta y que fue testigo de algunas batallas durante la contienda.

Tenía siete pegollos, un tejado a cuatro aguas y una superficie de 32 metros cuadrados. Miraba, desde lo más alto de Vis, al resto del pueblo, donde se conservan, calculan, "unos ocho hórreos de los veinte que llegó a haber". El resto fueron cayendo porque el tiempo, tozudo, puede más que las intenciones de guardar el patrimonio.

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