Hortensia González Güanes sigue sonriendo a la vida, como si esta no la hubiera golpeado con fuerza tantas veces. Nació hace 75 años en el pequeño pueblo de Huexes, en el concejo de Parres, "y de aquí no me fui nunca". Labró la tierra desde pequeña, ayudó en casa cuando apenas comenzaba a tener uso de razón y dedicó su vida, de un modo u otro, a cuidar de su padre, de su madre, de uno de sus hermanos, de su marido y de sus hijos. Entregó su tiempo a los demás y no echó de menos nada.

A modo de homenaje, hoy será galardonada por el Colectivu Feminista del Oriente de Asturias como "Mujer Rural 2020" de la comarca. Recogerá su premio a las siete de la tarde en la Casa de Cultura de Arriondas. "No sé qué me harán por ahí abajo, pero habrá que ir", dice, contenta, mientras teje en el portal de su casa, la de siempre, unas cuantas cebollas, al tiempo que atiende a los gatos, "Pinín" y "Telva", que acuden a recibir sus caricias.

Hortensia trabajó con sus padres desde pequeña. "Me acuerdo de bajar a Arriondas con mi madre a vender maíz, castañas, habas, lo que hubiera dado la tierra hasta el momento", explica, con la mirada fija. "Eran tres kilómetros pa bajar cargadas y tres pa subir, cargadas también sin no habíamos vendido, pero había que vender, porque con lo que llevábamos teníamos que traer aceite o lo que fuera pa comer. Así se hacía antes, era la miseria absoluta, pero íbamos tirando", recuerda.

Y lo hace satisfecha porque "antes era todo distinto, estrenábamos contentas una ropa en Santiago y eso era lo que teníamos pa salir todo el año, y felices, ¿eh? Ahora no nos cabe en los armarios y todavía nos quejamos", lamenta. "La vida te va haciendo así, ahora tenemos más gastos porque nos hicimos a tener más necesidaes, pero con menos también se puede vivir". Otra cosa es, dice, "el tema del agua o la luz, que aquello era por demás; teníamos que ir a la fuente pa poder beber, y al río pa poder lavar la ropa, y pa poder bañarnos, claro, porque en casa teníamos palangana, pero de bañera ni hablar".

Hortensia es una mujer jovial. Su familia, a la que adora, la idolatra. Perdió a un hijo cuando éste tenía 45 años: "fue una desgracia, toda la vida pensando que se iba a matar en el trabajo y se me fue al lao de casa". Fue la última desgracia que superó. Primero había perdido a su padre, más tarde a su madre y, con 48 años, a su marido. Supo rearmarse cada vez y "tirar, porque hay que tirar".

El ganado, el campo y la agricultura "fue lo que nos dieron de comer", y tan bien supo contarlo que su hija Charo heredó la costumbre y, a día de hoy, "vende por donde puede todo lo que cosecha; así se gana la vida, como lo hicimos nosotros, pero claro, ahora tiene que vender más, porque, como te digo, parece que necesitamos más para vivir".

Hortensia la ayuda de vez en cuando. "Ya me ves, aquí ando trenzando cebollas porque para ella es algo que hay que hacer y a mí me vale para entretenerme, si me meto en casa se me cae encima porque me comen los malos recuerdos", señala con sinceridad. Es difícil parar cuando se ha sido tan activo toda la vida.

Ahora, eso sí, se toma las cosas con más calma, "la vida ha cambiado mucho, y lo que más me hace feliz en este momento son los nietos". Y ella a ellos, porque es difícil no querer a la mujer rural de este año, con ese carácter risueño, bondadoso y con una lucha interna que nadie sabe que libra.