Llenan de color las calles. Saben a rosquillas y miel. Y huelen a una libertad que hacía tiempo no existía. Colunga devolvió ayer un poco de vida a los visitantes que estos días escogieron la villa para pasar la Semana Santa. Y devolvió a la actividad a trabajadores que llevan tiempo luchando por ejercer su trabajo. Fue en uno de los pocos mercados al aire libre que se celebran desde que la crisis sanitaria cerró la puerta a la normalidad. Lo hicieron posible 19 artesanos bajo el nombre de MercAliarte, organizado por la Asociación “Alcuentros” y con el visto bueno de la Consejería de Salud y del propio Ayuntamiento.

“Esperamos que esto sea un punto de inflexión y que el resto de los ayuntamientos se den cuenta de que nosotros somos comercios que trabajamos al aire libre, igual que los mercados semanales”, expone Fernando González, presidente del colectivo de artesanos. Colunga “nos puso condiciones muy exigentes y estrictas para cumplir con las normas sanitarias y las estamos cumpliendo” con un circuito de entrada, dos salidas, toma de temperatura y geles en cada stand, donde, además, había que cumplir las medidas de seguridad. “Al menos desde este Gobierno han hecho una apuesta por nosotros y vamos a demostrar que podemos continuar haciendo mercados” que, además, llenan de “alegría” las calles de los lugares en donde se instalan.

Isaac Montes da el cambio tras una compra a María Subirana. | E. S. R.

África Lorenzo y sus hijos Kenya y Leo Le-Sainz corroboraban la versión de González. “Teníamos muchas ganas de mercaos, de salir, de ver movimiento y un poco de vida por las calles”, decían mientras se acercaban a comprar.

Igual que Inés Castor y Enma Díaz que acudieron estos días desde Oviedo a su segunda residencia en Colunga. “Da gusto llegar y ver ambiente”, reconocían mientras compraban las famosas rosquillas de Antonio Fernández y Dolores Gómez. Un manjar que resulta de “una receta de 1946” que Antonio aprendió cuando era mayordomo. Aquella delicia no podía quedar en el olvido y junto a su esposa se decidió a elaborar, freír y vender las “rosquillas fritas como ninguna” bajo la marca O’Pepiño “ricas como ninguna”.

“Tenemos gente, mucha –explica Antonio sin dejar de amasar–, pero ahora tienen que esperar separados y echarse gel, si no, no hay venta”, advertía mientras Dolores freía en un aceite a punto la masa. “Si no cierran los comercios, ¿por qué nosotros sí?”, se plantean al tiempo que los clientes mencionaban que en los supermercados y comercios tradicionales “no hay tantas normas de seguridad”.

“Nosotros tenemos que trabajar, no pedimos más que eso, cumplimos con las normas sanitarias y nuestra labor es vender”, subrayó Inés Castro, que junto a Isaac Montes llegó de Nava a Colunga con su puesto La Despensa de Inés, con embutidos de primera calidad. Las ventas, “se están animando, y es el primer día”, asumía. Y no sólo se trata de vender, sino de dinamizar. “Nosotros vinimos porque sabíamos que había mercado, así hacemos algo al aire libre, distinto”, evidenció María Subirana, que acudió junto a su marido Tiago Lucero y sus hijos Agatha e Isaac.