Hace más de cuarenta años, la familia madrileña Igual Esteban recibió en Llanes un homenaje por ser la más antigua en el veraneo llanisco. Fue un espontáneo gesto de reconocimiento y agradecimiento popular.

En el verano de 1916, cuando el edificio del Casino, que llevaba abierto apenas cuatro años, albergaba acaloradas tertulias entre los socios (unos, partidarios del káiser, y otros, aliadófilos), un matrimonio de Madrid, formado por José Igual Martínez-Gabán y Ascensión García-Alix Fernández, llegó a Llanes con sus hijos: Antonio, Blanca y Marta. Alquilaron una casa próxima a la playa del Sablón y desde el primer momento fueron empapándose del llanisquismo, descubriendo tradiciones y vericuetos de la identidad local, captando humildemente y con exquisita atención el pulso de la localidad y sumándose al ambiente con naturalidad y respeto. No había en ellos ánimo alguno de imponer códigos ni de contagiar estrés (que es lo que hoy intentan, patéticamente, y en vano, algunos foráneos). Actuaban sin prepotencia urbanita y sin despreciar la aldea y lo provinciano.

Nunca cambiaron de destino estival. Llanes pasó a ser su segunda patria. La querencia de aquel matrimonio hacia la villa de Ángel de la Moría la heredaron sus hijos, en especial su primogénito, el ingeniero industrial Antonio Igual García-Alix, casado con la vallisoletana Ana Esteban de la Mora. La familia Igual-Esteban había alquilado un piso en la última planta de lo que había sido el glamuroso hotel Victoria, en vecindad con Emilio Sobrino Mier, el escultor que haría a principios de los años 60 la réplica de la estatua de Posada Herrera en el parque. Era un Llanes que aún conservaba vivas estampas de su pasado, como el paso de los entierros por la calle Nemesio Sobrino camino de Camplengu. Eran veranos plácidos y larguísimos en los que a la pareja y a sus hijos (José María, Marta, Ana, Cristina y Blanca) les daba tiempo a hacer muchas cosas: chapurrear el vocabulario llanisco ("calumbu", por ejemplo, que significa chapuzón playero); ir a la fiesta de Santa Marina en Parres a bordo de los autocares de Mento; vestirse, ellas, de aldeanas y actuar en los teatros del bando de San Roque que se organizaban en el Benavente y en el Cinemar; comprar jamón en "La Pilarica", la tienda de Pilar Pérez Bernot; disfrutar en solitario de las playas de Borizo y Torimbia (escenarios prácticamente vírgenes entonces) y enseñarnos a los lugareños a nadar y a tirarnos con buen estilo en el Pozu de los Pulpos.

Los Igual, por fortuna, siguen estando entre nosotros. Una estela invisible, como el olor a salitre, nos sigue vinculando a los llaniscos con aquel tiempo feliz. Los veraneos de aquella familia, que tenían mucho de la película "Las vacaciones del señor Hulot", ha venido a recordárnoslos ahora, por un efecto colateral, la obra de teatro "Luxemburgo", de la compañía gijonesa "Viesqueswood". Una comedia corta construida sobre una imaginativa ficción histórica. Escrita por Beatriz Meré y ambientada en el Gijón de 1905, tiene como protagonistas a tres damas de distintas clases sociales, que coinciden en el Ateneo Obrero guiadas por la misma inquietud: formarse, aprender y cultivarse. Una es Victoria Eugenia de Battemberg, a punto de convertirse en reina consorte de España; otra es una obrera, Eulalia, estereotipo de las jóvenes trabajadoras asturianas, y la tercera es Blanca Igual, una dama con una fuerte vocación política, que llegaría a ser una de las primeras mujeres concejales que tuvo el Ayuntamiento de Madrid (a ella se debe la creación del cementerio de la Almudena y la institucionalización del Día del Libro). Blanca Igual, vizcondesa de Llanteno por matrimonio, era tía abuela de aquellas mozas madrileñas con las que compartimos calumbos en el Sablón.

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