Fuego y agua. Magia pura en la ribera del Sella, a tiro de piedra entre Vega los Caseros (Parres) y Villanueva (Cangas de Onís). Y un estruendo pirotécnico, pleno de colorido, en los aledaños del vetusto puente sobre el mítico río, que ponía los pelos de puntos a cientos de visitantes que se acercaban a finales del mes de junio a disfrutar de uno de los eventos más espectaculares de cuantos se solían organizar en el área de influencia de los Picos de Europa: la foguera flotante de las fiestas de San Pedro de Villanueva, cerca del ex benedictino Monasterio (actual parador de turismo de Cangas de Onís).  Hace años que dejó de organizarse aquel evento que venía a marcar el inicio de las tradicionales fiestas de práu en la comarca del Oriente y, por ende, en la ribera del Sella y Valle del Güeña. La falta de relevo generacional, sobremanera, acabó por dar carpetazo a uno de los faustos más entrañables que se recuerdan por estos lares. En la retina de muchos cangueses y canguesas, tanto oriundos como forasteros, queda aquella balsa de madera con el rozu ardiendo a toda pastilla y surcando las aguas selleras a su paso por Villanueva; en tanto, sentías el calor de la fogata cuando pasaba bajo el puente, aguas abajo, rumbo al Cuetu Merín. 

 Ha transcurrido bastante tiempo desde la última vez en que hubo foguera flotante y fiestas tradicionales, tal como mandaba la tradición. Pero, como nada es imposible, parece que empieza a vislumbrarse el final del túnel para intentar tratar de recuperar aquel mítico evento nocturno con motivo de San Pedru, el de Villanueva. Algo se está moviendo en fechas recientes y todo apunta a que podría volver a ser una realidad el próximo año, en 2023, siempre y cuando un grupo de vecinos y vecinas, con el apoyo de otros que viven lejos de la tierrina, decidan coger los bártulos y ponerse manos a la obra. 

Unas fiestas que algunos niños y niñas aprovechaban para hacer la Primera Comunión en la iglesia del “Conventu”, cuya misa solemne era cantada por el coro parroquial de Villanueva, a la que seguía la procesión por les caleyes del pueblo. Y ello, sin olvidar los ramos de pan ofrendados, posteriormente subastados, que tenían forma de peces (a modo de truchas, reos y salmón). Sin duda, cita obligada para deleite de vecinos y visitantes, con afamados grupos y orquestas, tanto en la víspera como en el “dia grande” de San Pedru, con amplia zona verde al pie de la carretera N-625. Vamos, con toda la logística necesaria e indispensable en aquellos tiempos: escenario de madera, toldo y poco más. Aparte de las barracas y el bar de la fiesta. 

Las fotos que circulan estos días por las redes sociales sobre la foguera flotante de Villanueva hacen revivir gratos momentos. Como ocurre también con la festividad de San Pedrín, que era el día dedicado a los niños y niñas, con infinidad de juegos infantiles, cuya tarde quedaba rematada con una merienda campestre en la que no faltaran les sopes d’aju, preparadas y cocinadas a fuego lento y repartidas, gratuitamente, entre los asistentes. Otro puntazo de aquellas fiestas, marcadas en el calendario. 

 Cierto es que los tiempos han cambiado una barbaridad y que muchas fiestas cayeron en el olvido, desaparecieron. Pero, me temo que en Villanueva (Cangas de Onís) y Vega los Caseros (Parres) se respira un espíritu de recuperarlas. No será tarea fácil, siempre que exista colaboración y unión vecinal, con apoyo de las Administraciones y organismos públicos. Se palpa en el ambiente que algo se mueve, como si volviese la foguera flotante volviese a resurgir de sus cenizas y el cohetón anunciase el arranque de la misma. 

Insisto, nada es imposible. A veces los sueños de hacen realidad y Villanueva suspira por reverdecer laureles, en este caso concentro teniendo como epicentro la hoguera única en Asturias, flotante, sobre el Sella y en el inicio del verano en el suroriente astur. Noches mágicas, de colorido y estruendo; de confraternidad, amistad y disfrute. Creo, salvo que sea un deslumbramiento, que recuperará su esplendor más pronto que tarde, desde El Capitán al Cuetu Merín, con las orillas petadas de gente entusiasmada.