Con sabor a guindas

Cuidemos del mar

Como alívío de su cuerpo y alma

Emilio Serrano Quesada

Emilio Serrano Quesada

Les confieso que el mar, la mar como a mi me gusta llamarla, es mi refugio como madre, amiga y compañera, que siempre he sabido quererla sin pretenderla cambiar. Diría que es el amor de mi vida. Nací a sus orillas en ese hermoso lugar llamado Ribadesella. Estudié Náutica y promesa hice de visitarla con frecuencia.

Por ello, en estos días que la mar se hace preocupación por su lucha ante esos vertidos de plástico, debemos reflexionar con nuestra colaboración para que ese problema desaparezca. Nuestra conciencia nos dicta que debe de ser un compromiso de todos con deseos de afrontar ese desafío con gran firmeza y sin olvidos.

Tenemos que darnos cuenta que la mar es muy necesaria para nuestra supervivencia. Los filósofos griegos en su doctrina nos dicen que todo empezó en el mar. Lo anticipa también Leonardo Da Vinci cuando anunció que la mar es el respirar del mundo. Lo que demuestra que la urgencia por su cuidado viene de siglos, misión que vamos mejorando para ese bien colectivo.

Por mí parte, soy un amigo íntimo de la mar. Me gusta hablarle en silencio, contarle mis sentimientos, y descansar mi mirada en su inmenso horizonte, tratando de adivinar sus milagros y misterios. Me encantan sus puestas de sol, su olor a salitre y yodo, su calma y su bravura, y ver como sus olas buscan su descanso sobre las arenas de sus playas.

Hace unos días la visité al amparo de la noche y aunque, entre lágrimas, se cubría con nubes de caricia, yo, en mis silencios, escuchaba el latido de su anciano corazón. Me sentí feliz y tendí mi voz para hablarle con respeto y nadando, entre olas, me la devolvió con un eco cargado de emociones. De nuevo, me voy mar adentro, con la mirada perdida en busca de esperanza.

La noche seguía su camino, esperando al alba, y la marea empezaba su resaca, y en ese instante, en oración prudente, se me ocurre pedirle a Dios una oración por los naufragios a lo largo del tiempo. Me vuelvo a llenar de silencios y bajo sus consejos medito en su presencia.

Pienso que no podemos vestirla de soledad sino de cariño y ofrecerle promesas de profunda fe, llamando a diario a su puerta, en la seguridad que nos la abrirá con gesto amable y sonriente.

Decido antes de enviar mí artículo, a LA NUEVA ESPAÑA, leerle su contenido y en mi encuentro me acompañan barcos que descansan en el puerto, sonido de rula, redes sobre el asfalto, gaviotas que aterrizan y despegan, y pescadores que lanzan sus cañas al viento en busca de fortuna.

El día es de un fino "orbayu" que iba y venía escondiéndose en un tibio sol, lleno de colores y luces, que, en una mezcla de grises y azules, navegaba, por la carpa de un cielo bordado de nubes juguetonas que una brisa suave mecía a su capricho, teniendo como testigos el faro de Somos y la virgen marinera de Guía

Me dije entonces, lleno de felicidad, qué más puedo desear que vivir junto a la mar y compartir con ella mis amistades. Así las cosas, les dejo con mi título inicial: CUIDEMOS DEL MAR, COMO ALIVIO DE SU CUERPO Y ALMA. Que así sea.

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