Opinión | Relatos sobre vitela

Andrés Martínez Vega

En el origen del panorama quesero asturiano

La historia de una de las primeras fábricas de quesos azules de la región, abierta en Piloña en 1872

A nadie se le escapa ya el prestigio de los quesos asturianos, que añejos en tradición se constituyen en clara identidad de la región. Es en la zona del centro-oriente y en el entorno de los Picos de Europa en donde ha cristalizado una tradición que ya tiene precedentes en iniciativas tempranas, como la llevada a cabo en Piloña por la familia del Valle.

En efecto, Manuel del Valle fue de los primeros asturianos del oriente que dio el salto industrializador con la fabricación de quesos azules en Infiesto, en el barrio del Orrín, en donde instala en las inmediaciones de la vivienda familiar la primera fábrica, allá por el año de 1872.

El queso comercializado desde ese mismo año con las iniciales de su fabricante (Madelva) estaba elaborado como queso azul de vaca con la fórmula empleada para el queso picón de los Picos de Europa, pero a diferencia de éste su maduración no se hacía en cuevas, sino en los sótanos de la fábrica, escalonados al efecto y aprovechando el desnivel de la ladera en la que se encontraba.

Muy pronto este producto piloñés abre sus puertas al mercado nacional con la comercialización que lleva a cabo la tienda que en Madrid tiene el hermano de don Manuel del Valle; era el momento de una expansión que acrecentaba la iniciativa empresarial al aprovechar los sobrantes de grasa para fabricar también mantequilla.

A partir de 1910 esta firma comercial hace queso de nata bajo la marca "La Gruta", lo que obliga a la instalación de un pasteurizador, de los primeros que existen en el Principado; también en esta época se incrementan las iniciativas empresariales llegando a mantener una enorme cabaña porcina, que en ocasiones rondaba las 300 cabezas, con los sueros provenientes de la elaboración de grasas.

Con el auge de mercado que favorece la primera guerra mundial, la fábrica piloñesa llega a su esplendor (1915-1925), momento en el que instalan una nueva fábrica en Mansilla de la Mulas (León) en la que elaboran la marca de quesos "Peñalaza", un producto a base de leche de vaca y oveja.

Adolfo del Valle, sucesor de la empresa familiar consolidó el negocio y dio proyección nacional a su producción, convirtiendo el conjunto fabril en una de las instalaciones queseras más importantes del Principado; para ello transforma las antiguas instalaciones y las provee hasta de vías para la subida desde la carretera de los bidones de leche; e igualmente, instala tuberías para la conducción del suero hasta las granjas de ganado de cerda. En la misma empresa se elaboran los moldes, las cajas de embalaje, el papel de envolver el producto y las etiquetas, todo un proyecto de marketing… Se recogían en la época unos 8.000 litros diarios de leche y se daba trabajo a 21 empleados.

Todo fue posible antes de la guerra…, hasta abrir una nueva empresa en Rodiezmo (León). El final, no obstante, sucedió durante la ocupación de Piloña por los republicanos. En el año 1937 don Adolfo volvió a poner en marcha la empresa familiar, pero ya no fue capaz a adaptarla a los nuevos tiempos; su muerte, acaecida en la década de los 80, deja el proyecto muy menguado para desaparecer definitivamente en los años 90 del pasado siglo.

En aquél barrio del Orrín, en el entorno de lo que actualmente es el trazado de la N-634, se mantiene aun, desgraciadamente en ruinas, el importante complejo fabril quesero de Piloña. Circunstancias, tal vez familiares, contribuyeron a consolidar el deplorable estado de este patrimonio industrial, que no es reclamado por nadie, ni por aquellos que tienen la obligación de velar por nuestro patrimonio. La elaboración, al menos, de un censo o inventario de todos estos edificios de carácter industrial que aún se conservan en Piloña, sería una buena iniciativa para poder hablar de ellos, aunque sea como un mero recuerdo, el día de mañana.

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