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Candelas que dan lumbre

Al sacerdote nadie le puede ganar en hacer el bien

Candelas que dan lumbre

Los curas, decía el Maestro Ávila, con aquel castellano del siglo XVI, «habéis de vivir, hablar y tratar y conversar, de tal manera que provoquéis a otros a servir a Dios. La candela cuando la encienden, no es para malla y ponella debajo del medio celemín; y ansí en ordenándoos, sois candela que habéis de dar lumbre».

Ser sacerdote siempre será un imposible. Mucha gente piensa que es algo bonito, maravilloso. Pero, siempre, será un «imposible» vivir para Dios, curar las heridas del hombre, dar la vida como el buen pastor, perdonar los pecados o conseguir que Dios no sea un vaso de ricino. Todo cura sabe que «impersonar a Cristo» es algo que supera la condición humana. Sin embargo, por nuestras manos débiles pasa la gracia de Dios que tanto bien hace a los hombres. Por eso, en hacer bien no nos puede ganar nadie, porque lo nuestro es «pasar haciendo el bien», con el trato, la conversación, con una vida entregada a esos que no pintan nada.

Este mundo nuestro atravesado por la espesura del egoísmo necesita de «candelas que den lumbre», porque no hay nada mejor para los que están a oscuras que un poco de luz y de calor para recuperar la alegría de vivir. Esa luz y ese calor que brota de un corazón sacrificado, sacerdotal.

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