Carolina G. MENÉNDEZ

El estrés no es sólo cosa de adultos; los jóvenes también padecen este y otro tipo de tensiones que repercuten en su comportamiento, estudios o relaciones sociales. Para aprender a controlarlas, saber cómo manejarlas y dar un paso adelante en el conocimiento de uno mismo, la terapeuta ocupacional Isabelle Beaudry Bellefeuille mostró ayer a los alumnos del Instituto Aramo una serie de pautas y ejercicios para ayudarles a regular los estados de alerta y alcanzar un equilibrio sensorial. Éstos pasan por actividades más o menos sedentarias en función de la forma de ser de cada uno.

Y dado que «para que la cabeza funcione, tenemos que ocuparnos del cuerpo», según señaló Beaudry, ésta recomienda que «los recreos de los centros educativos sean físicamente más activos, con canastas y balones». En este sentido, a la pregunta de un estudiante sobre qué opinión le merecía la instalación de un saco de boxeo en el patio, ella aseguró ser una idea muy buena porque actúa sobre dos vertientes: la emocional -«sirve para descargar la tensión»- y la sensorial «porque la regula». Ambas partes, dijo, trabajan conjuntamente, de manera que «si no estás regulado sensorialmente, la parte emocional se verá alterada», apuntó la especialista canadiense residente en Oviedo.

Otra estudiante se mostró interesada en saber qué hacer cuando es difícil conciliar el sueño. «Lo más probable es que estés en un estado de alerta alto», afirmó. Si bien ejercicios de respiración ayudan a relajarse, comentó, «lo más eficaz es interrumpir la actividad intelectual una hora antes de irse a la cama; es decir, dejar de estudiar, chatear o jugar con el ordenador o cualquier otra máquina y hacer cosas relajantes, como tomar una infusión, un baño caliente, escuchar música tranquila o leer algo relajante, propuestas sensorialmente calmantes que preparan para el descanso».

Las palabras de Beaudry estuvieron acompañadas de una demostración práctica. Con la colaboración de seis alumnos mostró algunos ejercicios que repercuten en los sistemas vestibular y propioceptivo, sentidos poco conocidos que se suman a los cinco sabidos: gusto, vista, oído, olfato y tacto. El primero (vestibular) está vinculado al movimiento a través del espacio, «ayuda a mantener el nivel de alerta, nos da la conciencia de nuestro cuerpo en cuanto a la posición, el tono postural y el equilibrio, estabiliza los ojos durante los movimientos de la cabeza y tiene conexiones con diferentes áreas del cerebro». El propioceptivo, por su parte, «tiene que ver con el cuerpo y es la percepción del movimiento de las articulaciones y los músculos». La terapeuta explicó estos sistemas con unas pelotas grandes sobre las que los jóvenes se sentaron y saltaron, e incluso utilizaron para masajear la espalda, ejercicios que trabajan el equilibrio sensorial, ya que si éste está desajustado se pueden presentar problemas del lenguaje, de comportamiento, de aprendizaje o de alimentación, entre otros.