El Real Oviedo ya está en Asturias. El avión en el que viajan jugadores y cuerpo técnico ha aterrizado a las 11.19 horas en el aeropuerto de Asturias después de que la expedición pasase la noche en Santiago de Compostela. La niebla impidió ayer el aterrizaje en Asturias del avión en el que viajaba el equipo.

Los actos de celebración del ascenso a Segunda serán esta tarde. A las 18.30 horas el autobús saldrá del Carlos Tartiere y pasará por la calle Fuertes Acevedo rumbo al Ayuntamiento. El autobús, de 5 metros de alto, no puede pasar por la calle Jesús, por este motivo los jugadores se bajarán en la calle Fruela y completarán el recorrido a pie hasta el Consistorio, donde tendrá lugar una recepción oficial y saldrán al balcón.

Una vez terminado el acto en el Ayuntamiento, volverán a pie hasta el autobús para llegar a la plaza de América, donde habrá instalado un escenario a la altura de la calle General Zuvillaga.

Está previsto que los jugadores lleguen hacia las 11.00 horas de la noche al el Palacio de Congresos del Calatrava, donde cenarán y se reunirán con las peñas.

El gol de David Fernández desató la locura en Oviedo

Los hermanos Isabel y Jorge Noriega Rodríguez tienen siete y ocho años respectivamente. Cuando faltaban unos pocos minutos para acabar el partido que dio el ascenso al Oviedo le pidieron por favor a su padre, Emilio, que les llevara a la calle Rosal para terminar de verlo con el resto de aficionados que se habían congregado en la céntrica calle carbayona. Los dos nacieron después de 2003, el año del descenso administrativo del Oviedo a Tercera, y nunca habían vivido una alegría así con el equipo de su padre, también el suyo. La mirada de Jorge se paraba en los rostros de esos adultos que lloraban con el Oviedo. Nunca olvidarán un día como ese.

Y es que lo de ayer fue especial por muchas razones. Pero sobre todo por esos niños que vestirán hoy en el colegio con más orgullo que nunca la camiseta azul. Lo mismo le sucederá a Pelayo Felgueroso, nacido en 2004, con el equipo en Tercera División. Una alegría que ayer compartía con su padre, Víctor, en la plaza de América. "Hemos sufrido demasiado y esto es muy grande", decía Víctor. Su hijo asentía con la cabeza. Todos, también su madre, Patricia Galguera González, ataviados con camisetas del Oviedo. Un oviedismo que les viene "de familia". Una tradición que continúa.

La explosión de júbilo que se vivió cerca de las ocho de la tarde en Oviedo sólo se puede explicar por estas pequeñas historias de oviedistas que han sufrido con su equipo fuera del fútbol profesional y que ayer vieron de una vez por todas el final del túnel. Tantas ganas tenían de que llegara este momento que hubo poco tiempo para disfrutarlo durante el transcurso del partido. En la calle Rosal, que ayer fue un pequeño Tartiere, cada uno intentaba vencer los nervios a su manera. Pero nadie lo conseguía del todo. De hecho el primer tiempo, con el empate a cero en el marcador, mandaba la ansiedad en el ánimo de una afición que había llenado la calle dos horas antes del comienzo del choque. Y es que a los nervios del personal se les sumaba que en el primer periodo hubo pocas acciones para reseñar. Hasta el punto de que los córners eran celebrados casi como ocasiones claras de gol.

Pero todo cambió en la segunda mitad. Y lo hizo antes de que llegara el gol. Minutos antes de que David Fernández rematara de cabeza el tanto que significó el ascenso empezó a llover. La tarde había sido espléndida, soleada, poco asturiana. Llegó la lluvia, el aire frío, y de pronto Susaeta sirvió un córner milagroso a la cabeza del central madrileño. Cuando las miles de personas que inundaban la calle Rosal vieron el balón en el fondo de las mallas todos los miedos se esfumaron, todas las emociones salieron hacia fuera.

Todavía quedaban muchos minutos para el final del partido. Pero ninguno de los presentes dudaba de que la jornada acabaría en la plaza América, celebrando el regreso del Oviedo al fútbol profesional. El agua de mayo había traído un ascenso deseado y soñado por la siempre fiel afición azul.