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Los problemas de una de las grandes instalaciones de la ciudad Su estado actual

Caballos entre telarañas

Las instalaciones del hípico, a las que se puede acceder sin pasar ningún control, dan una imagen de deterioro y falta de conservación

A la izquierda, un trabajador calza una herradura a un caballo. A la derecha, Ana Taboada con un caballo. LUISMA MURIAS

Paseaba por una cuadra, pero a Mercedes González, concejala de Educación y Deportes, no le gustó lo que vio: "Es una pena, está todo sucio y lleno de telarañas. Eso se podía limpiar", dijo. Y era verdad. La parte superior de las paredes amarillas no era amarilla; era negra. Una enorme capa de telarañas ocultaba el color original de un habitáculo añejo con algún caballo que otro entre tabiques desconchados y barras verdes oxidadas.

De un vistazo, las instalaciones del centro ecuestre El Asturcón parecen viejas y nada más. El complejo es amplio y, al aire libre, el detalle queda lejos. Pero si uno fija la vista descubre achaques de lo que realmente es: un equipamiento al que apenas han metido mano en 16 años, más allá de los arreglos o las acciones de mantenimiento que haya podido hacer la empresa Urbaser, que es la concesionaria del recinto en un modelo de gestión público-privado que está a punto de llevárselo por delante.

Lo que sorprende nada más llegar es la ausencia de control: allí se puede pasar sin dar explicaciones. Es un equipamiento de "puertas abiertas" que permite el acceso hasta las cuadras de los caballos sin problemas. La cabina de control y las vallas para delimitar el paso están ahí, pero son sólo apariencia ya que, cuentan los que asisten habitualmente, "ni funcionan ni funcionaron". De hecho, esta "permisividad" ya ha causado problemas y hubo usuarios que dejaron de utilizarlas por sufrir "robos".

Hay equipaciones que se conservan con dignidad. El edificio central, con la cafetería, los vestuarios o la tienda. Modestas pero presentables, como sucede también con las grandes instalaciones existentes, como la pista donde se hacen las competiciones en invierno (con capacidad para 2.000 personas) o el recinto donde se realizan las terapias ecuestres, que es lo más parecido a un pequeño aulario de un colegio.

El abandono, en realidad, se observa, por ejemplo, en la caseta con marcador que hay en la pista de fuera, en los hierbajos que crecen sin control para todos los lados, en alguna que otra grieta del suelo del recinto, en las paredes sin pintura o en varios de los boxes. Hay quien se queja, además, de que los caballos permanecen demasiado tiempo "encerrados" en una cuadra de tres por tres metros. Y dicen que así, sin salir, las pezuñas no se les desgastan y que "al seguir creciendo les pueden ocasionar lesiones irreversibles". "Proporcionalmente es como si encerrásemos a un perro en un transportín de forma indefinida", añaden.

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