A lo largo del día, en el chiringuito de la asociación San Juan Bautista de la Corredoria, se da eso que se llama el abismo generacional: los mayores quieren unos ritmos y los menores otros muy distintos. Maite Orozco, la presidenta de la entidad, asegura que en el puesto ponen "música más bien tranquilita, para ambientar la hora del bocadillo y que se puedan bailar un poco". Allí colaboran socios o hijos de socios, y en cuanto a la música "los chavales son los entendidos, a las seis vienen con el lápiz informático. A veces les mandamos que pongan lo que a nosotros nos gusta y entonces protestan", añade Orozco, jocosa.
Por la mañana, afirma la presidenta, el chiringuito permanece en silencio, porque consideran más adecuado que los clientes se tomen el bocadillo así. "Sobre las cinco y media de la tarde empezamos muy suavín hasta las once y media de la noche, porque si no, no nos entendemos los camareros y los clientes. Luego subimos el volumen porque es la hora de las copas y esto ya se anima. Entonces dejamos a los jóvenes a su albedrío", explica Orozco.
Para los más veteranos, indica la encargada del puesto, reproducen música de la década de los sesenta, de los setenta y de los ochenta, junto con salsa muy movida. Grandes clásicos como "Un rayo de sol" de "Los Diablos", los temas de Nino Bravo... "El otro día pusimos el dúo dinámico y casi nos matan. Ponemos cumbia y, como ellos dicen, 'la pachanguera'", bromea Orozco. El público joven se inclina por otras propuestas, como Enrique Iglesias o "La gozadera" de "Gente de zona".
Los clientes, por su parte, piden a menudo salsa, merengue y temas que sean fácilmente bailables. Precisamente por la diversidad de gustos, a la encargada le resulta imposible seleccionar una canción que haga de himno, aunque "a la hora de la despedida ponemos cada poco la de 'Casástete, cagástete'".
