La vida cambió para los vecinos que residen en el alto de Cabruñana desde que se abrió la autovía hace pocos años. Hasta entonces la N-634, que atraviesa la parroquia, era el paso obligado de automóviles y camiones que se dirigían a Salas y otros concejos del suroccidente. "Al quitar la carretera esto se murió, el pueblo se fue vaciando. Actualmente hay muy pocos habitantes aquí de diario" señala Severino del Rosal, propietario del bar restaurante Ana, asomado a la carretera del alto de La Cabruñana. El, que ofrece menú diario, intenta dinamizar la zona ofertando la celebración de cenas baile como la que tiene lugar hoy sábado. También nota este cambio Julia del Rosal, propietaria del bar restaurante Del Rosal, también en la misma zona, cerrado hace tiempo por razones familiares y quien, esta semana y la que viene, será nuestra mejor cicerone para recorrer algunos lugares de su parroquia y conocer un poco mejor a quien la habita.

Mujer luchadora y optimista ante los avatares de la vida, Julia quiere destacar la importancia de su tierra en cuanto se refiere a su historia y así recuerda, por ejemplo, que esta parroquia de Santa María Magdalena de Cabruñana, ubicada en una de las zonas más privilegiadas del Principado, entre la divisoria de las cuencas del Nalón y del Narcea, cuenta con la definición genérica de "Área Arqueológica de Cabruñana", al tener dos necrópolis tumulares, conocidos como La Cueña y El llano de las Ayalgas; un asentamiento fortificado conocido como el Castiello´l Pedreo; la desaparecida malatería de San Lázaro así como también el ábside de la antigua iglesia parroquial de Santa María Magdalena de Cabruñana.

No cabe duda, por tanto, que quien pisa esta parroquia, está pisando sobre la historia, pues las referencias a este lugar son muy numerosas en la documentación medieval. Tal es así que allí está igualmente un albergue destinado a los peregrinos que van hacia Santiago. El mismo, rehabilitado hace tiempo, se ubica en los bajos del edificio que se asoma a la N-634. El piso superior se ha destinado a centro social y alli se reunen los vecinos.

Por su parte Miguel Ángel Álvarez, que durante 28 años trabajó en la rotativa de este diario, se siente muy a gusto en su casa en Cabruñana al igual que Ramón Fernández del Rosal, un hombre preocupado por cuidar y mantener la historia de su tierra, que cuida con mimo la casa familiar y que recientemente rehabilitó un palomar de su propiedad, edificio que a día de hoy da gusto contemplar desde la carretera.