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Con nombre propio | Chus Fernández | Escritor, finalista del premio "Tigre Juan"

La soportable intensidad del ser

El finalista del premio "Tigre Juan" puede pasarse días encerrado en su habitación pero al tiempo desarrolla una intensa vida social

La soportable intensidad del ser

"En papá hay algo, no sé, espinas, me parece, espinas que le aíslan y frenan, pero también le sujetan a lo que tiene más cerca, a su alrededor". Son espinas que surgen y se alimentan y retroalimentan diariamente, en soledad y en sociedad, espinas que desgarran tanto al crecer, rompiendo la carne de la que nacen, como al rozar otras pieles. Pero también son la estructura que proporciona la estabilidad dentro y fuera, en la persona y en su relación con los que le rodean. Son espinas que conforman a uno y le sirven de puente de unión a los otros. Que pueden producir dolor interno y externo pero también esa sensación de que todo está bien porque todo debe ser así.

La reflexión sobre las espinas paternas es del protagonista de la novela "Sin música" (Editorial Caballo de Troya) con la que el escritor Chus Fernández (Oviedo, 1974) ha sido finalista del premio "Tigre Juan", y define, en los social, al autor. Fernández puede responder al canon de cuarentón atractivo, con cierto aire de malote del que le dotan sus tatuajes, su chupa de cuero, su barba y sus marcadas facciones. Un tipo al que no es muy aconsejable acercarse porque se presuponen problemas. Todo lo contrario. Noble, conversador incansable, trabajador hasta la extenuación, generoso y social hasta el punto de tener muchos más amigos de los que se pueda imaginar. Chus Fernández es de esas personas a las que hay que querer porque no queda otra, porque sino esas espinas que nos sujetan, que nos unen unos a otros estarían preñadas de ponzoña.

Es un hombre intenso. En su vida interior puede pasarse horas, días, encerrado en su habitación, con sus discos, sus libros, sus películas, su Playstation y cientos de papeles con anotaciones. Cuando sale, esa intensidad se traduce en generosidad. Hay un Oviedo que no se entendería sin su presencia. Durante años se ha ganado la vida, y lo sigue haciendo, con la hostelería. Aquel chico guapo al que las adolescentes iban a ver tras la barra de Tertulias, uno de los pub de moda del Oviedo de finales de los 80, siguió poniendo copas. No le gusta la noche, o más bien no le pega, o en realidad las cuestiones horarias y temporales tampoco rigen en su mundo igual que en el del común de los mortales.

Siempre estará ligado al "Supernova", ese local de la Corrada del Obispo en el que demostró su capacidad de unir y de reunir, en el que desarrolló su generosidad ofreciendo noches inolvidables de música y literatura. ¿Quién que no sea él puede unir a personas tan dispares como el escritor Fernando Menéndez y los músicos Nacho Vegas y Roni Río?. Con Menéndez comenzó a frecuentar los talleres de escritura que más tarde el impartiría en la red de bibliotecas del Principado, y con Río colaboró en numerosas ocasiones escribiendo letras para una de sus bandas, "Las Nurses". El "Supernova" cerró pero quedó su recuerdo y una promesa, la de regresar. El cierre de aquel local en el que se había dejado la piel no lo consideró un fracaso sino algo que había sucedido, sin más. Allí, con él, trabajaba su hermana. La familia, puntal, referencia vital y literaria. Padres, hermana y sobrino son para Fernández sus pulmones, lo que le hace respirar. Ahora, en la Lata de Zinc pone copas e imparte talleres literarios como parte de "La Oficina" de la editorial Malasangre.

"Prefiero el caos a la normalización del desastre". Chus Fernández vive en un desequilibrio constante pero eso no tiene que abocar ni al desastre ni a la tristeza. No es bueno ni malo, es su forma de estar. Durante dos años vivió becado en la Residencia de Estudiantes de Madrid, lo que para otros sería suficiente para alimentar toda una vida de escritor. Él lo define como haber vivido "en un hotel con amigos". Allí no encontró a los fantasmas de Lorca y compañía, encontró a los suyos. Reconoce que fue muy duro, tanto como enriquecedor, alcanzar a conocer sus miedos. Su calidad literaria le llevó también a vivir a Barcelona. Estas dos grandes ciudades son parte de sus escenarios vitales, junto a Oviedo, pero si hay un espacio es un lugar en movimiento, el que recorrió durante años a diario entre Lugo de Llanera y la capital del Principado, en tren, siempre en tren. Es un hombre de trayectos, de búsquedas en las que no espera encontrar sino simplemente esforzarse en el empeño. Lo hizo en una serie de reportajes para LA NUEVA ESPAÑA. "Ser", el epígrafe que encabezaba aquellos textos, le llevó a recorrer Asturias en lo que acabó siendo un viaje interior.

Sus colaboraciones periodísticas le llevaron también a escribir sobre fútbol en este diario. Le encanta el fútbol pero no es hombre de equipos sino de jugadores, pero no por individualismo sino por individualidad, por lo que el jugador puede aportar al grupo. Su primera camiseta de un equipo de fútbol no fue de un delantero de relumbrón sino de un jugador de medio campo, o tal vez un central, de un equipo de mitad de la tabla. Es esa forma de entender el deporte, dando más valor a la persona que al personaje en que se convierte el conjunto pero sin rechazar esa pertenencia, está su forma de ver el mundo.

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