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Álvaro Fuente, fotografía con alma

El noreñense ha documentado con su cámara desde conflictos mineros hasta refugiados o personas desfavorecidas

Fuente, que posa en el pozo Sotón. M. N. MORO

El noreñense Álvaro Fuente siempre quiso dedicarse a la fotografía. Desde bien joven. Asistió a talleres, cursos y seminarios muy diversos y estudió mucho por su cuenta. Le atraía, sobre todo, el fotoperiodismo, y las circunstancias quisieron que su carrera no fuese convencional.

"Fundí la impresora mandando currículums y no conseguí encontrar trabajo", confiesa. Cansó entonces de llamar a una puerta tras otra pero no de hacer fotos. Y en 2007 tuvo su viaje iniciático, como le gusta decir.

Keba, un senegalés que había llegado a España en patera y que se había asentado en Asturias con muy buena acogida, volvía a su tierra natal cinco años más tarde para casarse. Álvaro Fuente lo acompañó, y allí nació su primer reportaje, tras el cual le fueron surgiendo más oportunidades.

Mensajeros de la Paz le abrió también las puertas a otros muchos paisajes humanos. Con la organización del Padre Ángel viajó a Haití, Bolivia, la República Dominicana y Jordania, y también tuvo la oportunidad de interactuar con la gente que pasaba por la Iglesia de San Antón, en Madrid.

Ahora sabe que lo que realmente le llena son los reportajes relacionados con los necesitados, con los Derechos Humanos y la infancia, con la justicia social. Entre lo más enriquecedor está el hecho de mezclarse con la gente. "Tú no puedes llegar allí y empezar a disparar con la cámara, tienes que hablar con la gente, interactuar, procurar que te conozcan, tienes un vínculo", asegura, y esos lazos vienen de vuelta a casa junto con las fotografías.

Se queda, por ejemplo, con la hospitalidad de la gente de África, en países como Benín o Senegal, en los que "los propios niños van a recibirte cuando llegas, y es muy fácil interactuar con la gente, y está la luz, la humildad, la honestidad; te reciben con los brazos abiertos y te dan unos cuidados que ellos mismos no se pueden permitir".

Otro punto de inflexión en su carrera fue el conflicto minero de 2012, no solo por la riqueza del mundo minero sino también por quién estaba a su lado. "Fue como una masterclass, estabas con primeros espadas de la fotografía nacional e internacional", relata.

A partir de aquella experiencia, se embarcó en un proyecto a largo plazo, "Asturias minada", que abarca muchos aspectos: la labor de los últimos pozos abiertos, la historia de las mujeres carboneras, los vestigios industriales, la arquitectura y, sobre todo, el paisanaje, los hombres y mujeres de la mina. Con el tiempo, Hunosa ha empezado a contar con él para documentar diversos trabajos, sobre todo en el Pozo Sotón.

El Pozo Sotón tiene un profundo significado para él, que lo marcó dos veces, porque lo conoció cuando todavía estaba operativo, y fue testigo de duros conflictos entre los mineros y la policía, y también de su transformación cuando hubo que buscar nuevas salidas a los pozos que la Unión Europea ordenó cerrar. En este caso, el Pozo Sotón se dedicó al turismo, pero como un pozo que permanece vivo.

Y Álvaro Fuente pudo documentar aquella carrera extrema a 570 de profundidad o ver "cómo hijos de mineros iban a ver cómo era el trabajo de sus padres en la mina, y cuando el padre había trabajado concretamente en esa mina eran momentos muy emotivos".

Fuente fue el encargado, asimismo, de la foto fija de la ópera prima de otro noreñense, el cineasta Samu Fuentes: "Bajo la piel de lobo", protagonizada por Mario Casas, que fue también una muy buena experiencia.

El caso es, en todos los trabajos que hace, dejar testimonio de cómo vive la gente, de lo que hace, de lo que necesita, y hacerlo no solo con arte y oficio sino también con cercanía y respeto. De esta manera, capta la vida de una forma que la prisa no permite captar.

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