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Cajigal sube al Naranco 150 veces al año

El ovetense más fiel al monte pide mejores servicios para un paraje que conoce al dedillo: "Antes iba a las seis de la mañana y luego a trabajar"

José Antonio Cajigal, días atrás, en lo alto del Naranco. En la foto antigua, en el mismo lugar, durante el servicio militar. LUISMA MURIAS

José Antonio Cajigal Díaz está hecho un titán. A sus 76 años se levanta cada mañana y echa un ojo por la ventana. Si no caen chuzos de punta o nieva agarra el bastón de caminar y sube hasta el Naranco. Lo lleva haciendo desde que era un niño y a partir del 2000 -lo tiene minuciosamente apuntado en una agenda-se ha pateado el monte una media de 150 veces al año. Subió por primera vez con sus padres cuando aún no había cumplido los seis años, formó parte del último reemplazo de soldados que hicieron el servicio militar en el Naranco y su relación con uno de los emblemas de Oviedo es casi diaria. "Yo antes regentaba un taller eléctrico y me levantaba a las seis de la mañana para subir al Naranco caminando antes de entrar a trabajar. Tenemos un tesoro al lado de la ciudad y a mí me gusta disfrutarlo", explica Cajigal.

Aunque fue a nacer a la parroquia de Margolles (Cangas de Onís), el pueblo de su madre, este ovetense de corazón regresó a la capital de la región a los pocos días de ver la luz. Corría el año 1942 y vivía en la colonia Ceano, en Teatinos, porque su padre llevaba desde 1939 trabajando en la fábrica de armas de La Vega. Hermenegildo Cajigal había luchado con el bando nacional en la batalla del Ebro y tenía la condición de mutilado de Guerra. "Al principio subía al Naranco con mis padres porque antes los ovetenses tenían mucha más conexión con el monte. Íbamos a merendar, a la jira? Después, de más chaval, ya subía con los amigos. Allí se jugaba al fútbol y pasábamos la tarde", señala José Antonio Cajigal. Ahora reside en la calle Manuel García Conde y cada vez que sale al monte se recorre una media de 18 kilómetros de ascensión constante para no faltar a la cita con la naturaleza.

Aunque se le ve como un chaval, José Antonio Cajigal dice que la edad le obliga a caminar "a un ritmo tranquilo", por lo que en cada salida emplea "entre cuatro y cinco horas". Hablar de todas las rutas que ha hecho por el Naranco, explicar por donde sube y por donde baja, sería una auténtica locura porque en todo este tiempo no hay rincón del monte que no se conozca al dedillo. "Muchas veces subimos hasta el Cristo, pero yo ya me acuerdo de andar por ahí cuando había una cruz de los moros", explica este montañero, que además de Oviedo, también se ha pateado otros muchos montes asturianos. "Ni se sabe las veces que he ido caminando a Covadonga desde Oviedo. Una vez lo hicimos en una sola jornada. Soy de los veteranos de la Federación Asturiana de Montaña", afirma orgulloso.

De su mili en el Naranco tiene muy buenos recuerdos. "Éramos chavales, es normal que lo pasáramos bien. Yo estuve en el último campamento que se montó en el Naranco. Había unos barracones y un bar y hacíamos maniobras por la zona. Ya ves, siempre en el Naranco", señala Cajigal mientras enseña sus fotografías de soldado. A lo largo de su trayectoria de ascensiones al monte ovetense se ha encontrado con gente de todo tipo. "Antes subía muchísima gente caminando. Ahora todavía voy a veces con algún amigo, pero cada vez se ve a menos personas. Los jóvenes suben en bicicleta, pero caminando no hay muchos", subraya.

En "política y en jaleos" no le gusta entrar, por eso no quiere hablar mucho sobre el trazado de la Ronda Norte, ni del zulo que apareció en el Naranco y que supuestamente pertenecía a una peligrosa banda criminal. Sólo quiere que el monte no se vea afectado de ninguna de las maneras y que las administraciones pongan un poco más de su parte para conservar este tesoro. "Es justo decir que el Ayuntamiento, últimamente, está limpiando el monte con patrullas de chavales, pero se necesitan más cosas. Ni el Principado, ni la Iglesia, ni el propio Ayuntamiento hacen lo que sería necesario para poner en valor el Naranco", dice José Antonio Cajigal. Entre otras cosas, "se podían poner unos servicios en la zona del área recreativa para que la gente que suba, limpiar el entorno de los monumentos prerrománicos, que está que da pena, o desbrozar los bordes de la carretera para que podamos caminar con seguridad", explica Cajigal, que a pesar de todo seguirá fiel a su estilo de vida y al monte que lleva en su sangre desde pequeño. "Hasta que el cuerpo me lo permita, subiré al Naranco".

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