Entrevista | Lorenzo Castillo Interiorista, participa en el Congreso de Innovación en Hostelería de Oviedo

Lorenzo Castillo, interiorista: "Decorar es como hacer un traje a medida, cada persona es diferente"

"Los hoteles boutique, que eran todos diversos, iniciaron el cambio del interiorismo en su sector; ahora las grandes cadenas quieren lo mismo"

Lorenzo Castillo.

Lorenzo Castillo. / César Segarra

Lorenzo Castillo (Madrid, 1968) se licenció en Historia del Arte y continuó como anticuario y decorador. Convertido en un interiorista de renombre internacional gracias a un estilo que mezcla lo clásico con lo moderno, ha trabajado con la jet set de medio mundo. El profesional, con raíces asturianas por parte de padre, en Piloña, acudirá a Oviedo los próximos 13 y 14 de mayo para participar en el VII Congreso de Innovación en el Sector Turístico organizado por OTEA, la patronal hostelera asturiana.

–Un interiorista en un congreso de hoteleros y hosteleros.

–Estoy ligado al mundo hotelero y además soy medio asturiano (ríe). Le han dado varios premios internacionales muy importantes a hoteles que he decorado así que, si quieren traer a un decorador, creo que yo estoy bien (ríe). Y todo lo que sea invitarme a Oviedo, perfecto. Me encanta ir.

–¿De qué hablará?

–Hablaré del cambio en la decoración hotelera. Comenzó con los pequeños hoteles boutique y parecía que nunca llegaría a las grandes cadenas, que ahora quieren eso también porque ya no funciona el concepto en el que todos los establecimientos eran iguales.

–¿Cómo es ese modelo?

–La cadena Hilton quería que quien viajase se encontrase igual en Dallas que en Singapur. Eso está obsoleto y ocupar edificios históricos así es triste. Las cadenas se dieron cuenta de que deben sacar más partido al patrimonio cultural, que Europa debe diferenciarse de los hoteles en torres modernas. Hay que notar en qué ciudad estás.

–Y eso es lo ue usted hace.

–Sí. Empecé con el Santo Mauro de Madrid, hace más de 10 años. Hicimos este año el hotel Son Net de Mallorca y le han caído todos los premios internacionales al mejor hotel. Son 80 habitaciones, pero todas decoradas diferentes. Con piezas de arte, antigüedades, muebles antiguos, telas exclusivas. El hotelero pierde el miedo al mantenimiento y ve que esto da una riqueza enorme.

–Personalización extrema.

–Es un servicio especial más. Es muy inteligente, porque el visitante no quiere salir del hotel. Ha desencadenado la imitación en las grandes cadenas.

–¿Más ejemplos?

–Las bodegas de Bernard Arnault, dueño del Grupo LMVH. Nos encargó las bodegas "Cheval Blanc", que es una marca casi patrimonio nacional, en Burdeos. "¿Cómo le vamos a dar esto a un español?", dijeron. Competí con estudios franceses y ganamos. El concepto es similar al de las bodegas con hotel de La Rioja, pero las visitas son privadas.

–¿Cuál es la esencia de sus trabajos?

–Como historiador del Arte, interiorista, decorador y también anticuario en su día, lo primero es el respeto por el patrimonio. Hay que acercarse con cuidado, no tocar nada original. El quid es tener la misma comodidad de un edificio moderno, pero adaptado a uno histórico.

–¿Qué le inspira?

–Como historiador del Arte, la arquitectura. Voy por cualquier ciudad y tomo nota de cosas, de elementos que me llaman la atención. También el cine. Y los libros. Soy gran coleccionista de libros antiguos. Con Instagram se creen que ahí está toda la información del mundo, pero no. Está todo en libros antiguos. He recopilado una gran colección que uso para trabajar.

–¿Diferencia entre decorar un hotel y decorar una casa?

–Decorar una casa es como la alta costura, hacer un traje a medida para una persona y todas son distintas. El peor error en decoración es vivir una irrealidad con el modo de vida que llevas. Un hotel o sitio público te permite más locura, exhibicionismo de tus artes, porque no son espacios donde vives sino que visitas.

–¿Qué le recomendaría a una persona de a pie?

–Para las personas de a pie también trabajamos. Es una equivocación pensar que los presupuestos ajustados tienen que ligarse a las mueblerías de origen escandinavo. En vez de echar una mañana en ese comercio, le dedicas cinco o diez y te vas a sitios como el rastro de Madrid, por ejemplo. Es el paraíso de las cosas bonitas a buen precio. Te va a quedar una casa infinitamente más bonita por el mismo dinero.

–¿Y sobre sus raíces asturianas, que nos cuenta?

–Me vienen por parte padre y abuela, somos de Piloña y de apellido Escandón. Tengo una casa en Cangas de Onís, en Peruyes, allí me encanta sentarme a mirar lo bonito que es el paisaje. Es la casa rectoral. En Ribadesella tengo otra que era la de mis abuelos, la más antigua de la playa. La hizo la marquesa de Argüelles, pasó a mi abuelo en los años 20. Veraneábamos allí hasta que mis padres la vendieron. La recompramos y la arreglamos. Además, mi pareja es de Oviedo, Alfonso Reyero. Me casé con un asturiano, también (ríe). Me encanta Asturias y la echo de menos, soy muy disfrutón y es donde mejor me encuentro.

–¿Algún proyecto por aquí?

–Me gustaría trabajar más en Asturias, pido por favor que me encarguen proyectos (ríe). Me salen cositas como una casona de indiano en Villaviciosa o algunos edificios de Oviedo de los años 50, que se habían degradado y les hemos devuelto su antiguo esplendor. Creo que Asturias tiene que haber una mayor defensa de su patrimonio. El mejor creo que es su paisaje.

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