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Con motivo de la exposición antológica sobre el pintor (y 2)

Linares y sus pinceladas transparentes

"El rapto de Europa" es una de las obras que hablan de la profundidad estética del artista, que realiza una interpretación personal de la historia de la hija de Agénor

Linares y sus pinceladas transparentes

Contaba la pasada semana que Manolo García Linares, pintor de finas intuiciones, hábil manejador del pincel y de la paleta, abría su retrospectiva antológica en la sala de Exposiciones de la Universidad de Oviedo. Continúo con este artículo hablando de ella. Para mí, el deleitamiento fue copioso, al realizar el polifacético recorrido con su guía, marcada por pinceles que Linares maneja como muy pocos. Sus trazos seguros y delicados marcan una trayectoria para sus recorridos, determinan pautas, que encauzan las miradas, que tratan de no perder el hilo de lo que insinúa el artista.

Manolo García Linares, con sus pinceladas claras y trasparentes, es como un libro abierto, del que muchas cosas le quedan sin hacértelo leer completo, como si fuera un inteligente índice, que va sirviéndote de indicador, para que no te pierdas lo esencial, que es no dejar nada, aprovechar todo, hacértelo todo tuyo por un entero, porque te lo va sirviendo, como en bandeja, íntegro, "desde la a la zeta".

A su vera, impregnándote a rebosar de cuál es su mente, cuál su pensar, cuáles sus intenciones, cuál el recorrido, que él tiene voluntad de que sigas a su lado, en una cercanía deleitosa, en un sumergirte sin restricciones, hasta que ya no seas capaz de distinguir qué es Linares, en la intimidad de sus cuadros y qué es, en correlación, el Manolo García Linares, persona y navelgadiense de pro, lleno de cariños hacia su mundo, que, por ser la tierra natal del artista, aparecerá en sus cuadros dibujada como ese mundo de doradas vivencias, que has de cerner bien, cual las auríferas y ricas arenas del bateo de las aguas de su río, para que el provecho sea en plenitud.

Tuve la fortuna de seguir contigo, Linares querido, tres miradas de tus más densos recorridos, expresadas en tres colores: blanco, ocre y negro. Llegado a este punto, hablando de tu Navelgas, para ti casi objeto de endiosamiento, me salta ante la nueva mirada el verde lujuriante de sus valles y de sus montañas, de sus brañas y de sus pastizales, de una tierra, que, cuando otras producen les "panoyes" de sus maizales, los trigos, o la escanda en sus laderas, se muestra en las pepitas o en las arenas auríferas de su río, que puede parangonarse con las de la tierra del allandés Valle del Oro, que ya los romanos y quizá precedentes anteriores en la Historia habían aprendido a domeñar en su Valledor de nombradía. Es la mirada de sus verdes de esperanza ilimitada, de sus oros y riquezas en abundosa profusión.

Colores verdes de los valles de Navelgas, colores de fuego y dorados en las comarcas del Valledor, verdeantes poco tiempo atrás, hoy sumidas en los desastres originados en gigantescas hogueras, que dejó los fértiles troncos, calcinados por un fuego inexorable, del que todavía se libra la Navelgas de Linares.

Tierras del Cuarto de los Valles, tierras que se enorgullecen de poseer, como un testimonio vivencial de la crueldad de los humanos, en la Iglesia donde fue bautizado Manolo Linares y en su capilla de la Virgen del Cobre, la representación del más sentido homicidio de humanos seres, expresado en las suelas gastadas, agujereadas y acusadoras del niño Aillán. Allí en la Iglesia de Navelgas, entre centenares de náufragos, se plasmó por el pincel, rezumante de dolor y de sufrimiento de Linares, el genocidio más terrible, el crimen más horripilante, que acusa a los mortales de "lesa Humanidad".

El niño Aillán, ahogado y tendido sobre las arenas de las playas del mundo -expresivo sin límites el dolor, que reflejan las suelas agujereadas de sus sandalias-, es el objeto cruel y sangrante de la mirada que dejó plasmada Linares en uno de los logros más conseguidos de su paleta y de su pincel. Reflexiona y medita de quién sea la culpa, porque también nos incluye a todos, es de toda la Humanidad. Para fin de estos recorridos y de tantas doloridas miradas, voy a ofrecerte, espectador que contemplas esta retrospectiva de Linares, uno de los cuadros más sobresalientes de su dedicación pictórica, un logro excepcional de las miradas y recorridos del artista: su actualidad política es patente, porque se trata del "Rapto de Europa". Has de echar mano a la Mitología del ayer y a la realidad viva del hoy.

El ayer mitológico te cuenta cómo era Europa: una doncella de extraordinaria belleza, hija de su padre Agénor, de la que se enamoró Zeus. Mientras la muchacha jugueteaba en la playa con sus compañeras fue raptada por el propio soberano de los dioses, metamorfoseado en fogoso toro, que poco a poco fue dejándola a las puertas de lo mitológico, que semeja la realidad del hoy.

Si quieres empaparte de la iconografía de Europa, habrás de dirigirte, en su radicalidad, al Museo Nacional de Nápoles y ver la excepcional pintura proveniente de las ruinas del Pompeya, con otras muchas representaciones del tema, que encontrarás por doquier.

La pintura de Linares es tremendamente expresiva. El toro destaca por su fuerza salvaje y aplastante, frente a la debilidad y sumisión de la doncella. Su coloración es irreal, blanquecino, acerado y expresivo de la mayor dureza, en su bravura sin límites ni medida. La bandera azul de Europa, que pinta Linares destaca con sus estrellas en número impreciso.

Curiosamente, la bandera de Europa, con su coloración azul, cubre la pudibundez de la muchacha. Las estrellas aparecen como emanaciones al aire de los mugidos del toro, saliendo como de sus belfos, de sus narices marcadas por la profundidad del bramar del animal. Los chorros y raudales del vapor culminan y se transforman en estrellas de una Europa que Linares pintó toda manchada de sangre a rebosar.

Hay un mar cubierto de espuma: es el Cantábrico Mar de Asturias que aparece representada por los túneles del Pajares, por donde Asturias contacta con Europa. Hay también una imperceptible e insinuada Cruz de la Victoria y unas barcas con forma de madreñas.

El mar de Asturias refleja como un mar de blancura y sugiere acantilados como los del Cabo Peñas. Hay unas playas, abigarradas de gentes. Hay una tierra dura de trabajar, que hacia el centro de la composición se termina en una cabeza como de un Cancerbero que se apresta a la defensa o tal vez al ataque sin nunca acabar. El Rapto de Europa, que pintado por Linares es de la mayor singularidad.

En esta Europa de Linares, hay que constatar desde los cántabros y astures, la imagen de guerras continuadas, de guerras sin fin, regada Europa de la sangre, casi infinita, sangre, que mana y emana de los cabellos de la doncella casi núbil, que es la Europa de las dos guerras mundiales, guerras de sangres a raudales, sin fin. En los perfiles de la esquina superior izquierda, los trazos de la sangre paréceme dejar intuir como un feroz José Stalin y en otras partes una como silueta imprecisa del dictador Adolfo Hitler, según apuntan los perfiles que marcan las pinceladas de sangre, al brotar de los pinceles del artista Linares. La fuerza, la fiereza y la violencia del toro surgen, emergen y brotan en primer plano, para dejar visible ese mundo que trasparenta sangre y maldición.

Sentimentalmente, para llegar a la conclusión, dicen mucho los dos hermanos, niño y niña, con sus ojos de picardía o de inocencia ya rota, ya hecha añicos. Para Linares dice mucho, pues en ese cuadro, casi de sus balbuceos iniciales, hubo de improvisar hasta la tela de una vieja sábana del ajuar de lino de su madre, al igual que todo el armazón y toda la confección de los tintes, para obtener las coloraciones que sus miradas, en un recorrido que podría ser inacabable, nos quiere ofrecer el artista, nuestro Linares, de matices infinitos en los colores que tan bien sabe combinar en su paleta.

En "recorrido" entusiasmado, pongo a tu disposición, lector amigo, esta personal mirada a la pintura de Linares -la mía-. Júzgala, si te parece, con benignidad, porque brota también sí de lo real y de la profunda amistad.

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