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Doloroso adiós a Brígida, la reina de la galleta del Campo

La histórica barquillera de Oviedo, con seis décadas de oficio, fallece a los 88 años víctima del covid y sin poder despedirse de los suyos: “Estamos destrozados”

Brígida Fernández Ramos junto a su bombo de barquillos en una imagen de archivo.

Oviedo llora la pérdida de su vendedora ambulante más popular y querida. Brígida Fernández Ramos, la última barquillera del Campo San Francisco. Llevaba algo más de dos lustros retirada, pero sus sesenta años al pie de cañón la convirtieron en un personaje inolviable para generaciones y generaciones de ovetenses y asturianos asiduos al emblemático parque de la capital. A sus 88 años seguía recordando a diario los millones de anécdotas vividas con el bombo a cuestas, pero el maldito coronavirus hizo que su corazón dejase de latir este miércoles, sin poder despedirse de los suyos, que ayer estaban “destrozados” por no haber podido compartir el último mes y medio de vida de la matriarca del barquillo asturiano.

Aunque asimilada como ovetense, Brígida nació en Zamora, concretamente en la localidad de Calzadilla de Tera, pero se trasladó a la capital asturiana junto a su familia siendo todavía una niña “en busca de una vida mejor”. En Oviedo conoció a Juan Gutiérrez, un cántabro del que se convirtió en su segunda esposa y aprendió todos los secretos del barquillo, cuya venta ya había empezado a explotar el padre de Juan en territorio santanderino.

El matrimonio se hizo muy popular en Oviedo, especialmente en el Campo, donde acudían con regularidad con su bombo a vender la deliciosa galleta elaborada en el obrador familiar situado en la planta baja de un bloque del Postigo donde residían. Juan falleció hace 23 años, pero ello no impidió a Brígida continuar con una actividad también inculcada a sus hijos María y Bernardo. En total fueron sesenta los años dedicados a una profesión que asumió como modo de vida.

Hace una década que Brígida no se dejaba ver por el parque con sus barquillos, pero su sello permanecía imborrable. “Era una mujer encantadora y que trabajó lo que no está escrito para ganarse la vida y sacar adelante a los suyos”, comentaba emocionado su nieto, Juan José Álvarez, quien ayer no paraba de recibir condolencias y deseos en voz alta de gente pidiendo un reconocimiento público para “la reina del barquillo” ovetense. “Si tiene una estatua hasta un perro en la ciudad qué menos que dedicarle algo similar a esta mujer”, señalaba un cliente habitual tras conocer la pérdida de la vendedora, cuya despedida tendrá lugar hoy con una celebración de la palabra a las 11 horas en el tanatorio de Los Arenales.

A pesar de la edad, el deceso fue totalmente inesperado para la familia. La pandemia pilló a la matriarca en la residencia de ancianos Vetusta, donde llevaba mes y medio sin poder ser visitada por su familia para evitar posibles contagios. Recientemente tuvo que ser ingresada en el HUCA por una infección y fue allí donde dio positivo a la prueba del covid-19. Las noticias no eran, no obstante, tan malas. Hace seis días la familia contaba con un alta inminente. Sin embargo, una complicación y el propio virus impidieron a los suyos brindarle un último adiós. “Estamos destrozados”, admite el nieto de un mujer luchadora que a pesar del deterioro provocado por la enfermedad, jamás se olvidó de sus barquillos. Ni en el último momento: “Nos decía que llevásemos el bombo al hospital porque allí se haría de oro”, contaba ayer emocionado Juan José Álvarez. Reina hasta el final.

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