Colgado como un trofeo, al fondo del local, está el documento que les acredita como los “dueños” españoles de la marca Bitcoin, la divisa que no es de nadie. La moneda no está vinculada a ningún estado y, de su creador, oculto bajo el nombre –seguramente ficticio– de Satoshi Nakamoto, no se sabe nada. Su nombre y su logotipo, la B atravesada por dos rayas verticales, no estaban registrados en la oficina de marcas y patentes española y el comercial Eddy Pérez vio la oportunidad; para ello contó con la asistencia legal del abogado Ignacio Rubio. En otros países ya se había hecho, pero en España –aunque otros lo habían intentado– nadie lo había conseguido. A efectos prácticos, registrar la marca Bitcoin no tiene efectos prácticos, por lo menos en el corto plazo. “No somos los dueños de la moneda”, explican los socios de la empresa de compraventa que tiene la titularidad; pero quieren revestir su negocio con un grado más de oficialidad. Pérez, quien se sienta tras el mostrador del local, explica que quiere dar la cara por la empresa y responsabilizarse de que los nuevos usuarios se sientan “cien por cien seguros” al operar con su empresa.

El valor de un solo bitcoin supera, a día de hoy, los 38.000 euros. Aunque fue concebida como una moneda más con la que operar en los mercados, su potencial de crecimiento la ha convertido en uno de los valores más cotizados por los inversores. En su local de Ingeniero Marquina, los emprendedores llevan dos años operando con criptomonedas. Compran para los usuarios, venden y les asesoran. Su modelo de negocio es una rareza en el mundo de las “criptos”, en el que “quien sabe de esto siempre quiere aprovecharse del que no”, explican. Ahora, con la marca registrada quieren erigirse en una referencia para operar con seguridad con las monedas digitales. Y, por qué no, explotar comercialmente la marca. Aunque, de momento, les queda una larga pelea por delante. En los últimos días, la Justicia les ha dado la razón ante el primer recurso que les planteó una de sus competidoras por el registro de la marca.

En Oviedo, explican, la mayoría de los clientes, contra lo que pudiese parecer, son personas “de entre 50 y 60 años”, que quieren invertir y buscan que alguien les asesore para hacerlo. Ahí entra la labor de Eddy Pérez, que es el encargado del “trading”. Tras él se encuentran el ingeniero Pablo Labrada y el desarrollador web Omar López. Pero, cuenta Pérez, también hay muchos clientes que quieren operar con bitcoin para hacer transferencias sin que intervengan estados o entidades bancarias. Estos son, especialmente, inmigrantes latinoamericanos que quieren mandar dinero a sus familias en Venezuela o Argentina, por ejemplo, donde cualquier movimiento de dinero está sujeto a la inflación y corre el riesgo de ser intervenido. A ojos de los emprendedores, pese a la fluctuación del valor de la divisa es la más segura de todas las que existen y ya está asentándose en nuestro país. El ejemplo más significativo es la aparición de una casilla en la declaración de la renta para tributar por las “criptos”.

La idea de los empresarios estriba ahora en extender su modelo de negocio a cursos en los que se explique el funcionamiento de las criptomonedas y de la economía en general. Herramientas necesarias para todos aquellos que quieran entrar en el mundo de las criptomonedas. Una ganancia aparentemente segura, por la curva (casi) siempre ascendente de un valor que parece no tener techo, pero en la que muchos “se la terminan pegando”. Como explica Labrada, “la cabeza humana es increíble, puede haber un activo que multiplique su valor un 500 por ciento y, todavía, habrá inversores que sigan perdiendo dinero con él”.