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Así era Oviedo a finales del siglo XIX: la ciudad en las fotos de dos pioneros

Una muestra recupera la obra del empresario Edmundo Lacazette y el fiscal Manuel Gimeno, que formaron una singular e inesperada hermandad en la capital

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Fotografías de Oviedo de la muestra sobre Edmundo Lacazette y Manuel Gimeno

Uno era un próspero comerciante natural de Oviedo, propietario de una conocidísima ferretería localizada en la calle de la Rúa, y que sus descendientes trasladarían a otro local en la esquina entre las calles Rosal y Fontán. El otro era un prometedor fiscal de origen madrileño que llegó a la ciudad para incorporarse a la Audiencia provincial. A partir de una pasión común por la fotografía, el comerciante Edmundo Lacazette y el jurista Manuel Gimeno desarrollaron una improbable amistad y una alianza creativa que se prolongó durante toda la década final del siglo XIX, hasta que Gimeno fue reclamado por el Ministerio de Gracia y Justicia y retornó a Madrid. Ahora, una exposición del Muséu del Pueblu d’Asturies recupera esta “hermandad fotográfica” –como la define el comisario de la muestra Francisco Crabiffosse– forjada en Oviedo y que legó estampas inmortales de aquella Asturias finisecular que se desperezaba para abrazar el progreso, y entre ellas varias imágenes inéditas de la capital.

El descubrimiento de esta hermandad tuvo algo de azar. Crabiffosse y Juaco López, director del Muséu del Pueblu d’Asturies, trabajaban en una muestra en torno a la figura de Lacazette, cuya obra fotográfica era bien conocida, cuando empezaron a localizar imágenes del archivo del ovetense en copias que se distribuían en Madrid atribuidas a Gimeno. “Eran positivos en gelatino o a la albúmina, de negativos que teníamos en el museo atribuidos a Lacazette. A raíz de la aparición de esas fotografías, di con un descendiente y pude reconstruir la trayectoria de Gimeno, que gracias a su cargo funcionarial recorrió toda Asturias y al que elogiaron todos los universitarios del momento, entre ellos ‘Clarín’, por su obra ‘La criminalidad en Asturias’, que es el primer estudio de sociología criminal que se hace en España, y que analiza la criminalidad entre 1883 y 1893, sacando conclusiones sobre la región y los cambios sociales, económicos, religiosos, morales, lo que implica el alcoholismo...”, relata Crabiffosse.

Por lo que sabemos de él, de las crónicas de la época, Manuel Gimeno era un gran profesional, muy riguroso y buen orador, al que escritores como el cronista de tribunales del ‘Carbayón’, que por cierto escribía muy bien, le tenían por una mente brillantísima. Pero además fue un tipo curioso y un muy buen fotógrafo”, añade el comisario de la muestra.

En el museo se conservan unas 300 placas de los dos fotógrafos, procedentes del archivo de Lacazette. La muestra se compone de 102 “Por las obras que conservamos, se ve que Lacazette, como retratista, era muy bueno. Su trato de un niño disfrazado y con el pelo en punta es una obra para la antología del retrato en España en el siglo XIX. Es un retratista excepcional contextualizado en su momento, cuando se produce un paso adelante respecto al pictorialismo de la época. Él y Gimeno eran mucho más modernos, estaban un paso por delante”, señala Crabiffosse.

Francisco Crabiffosse, comisario de la muestra: "Probablemente, por su hermandad, Gimeno dejó a Edmundo Lacazette las placas de sus paisajes cuando se trasladó a Madrid, en 1900 o 1901, para incorporarse al Ministerio de Gracia y Justicia"

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Para hacer estos retratos, Edmundo Lacazette utilizaba el patio interior de la ferretería. “Los fotógrafos ambulantes ponían un fondo, un telón, para sus retratos. Edmundo Lacazette hace lo mismo en el patio de la ferretería, y la verdad es que es realmente impresionante comprobar las posibilidades que le sacaba, ya que por lo general esos espacios suelen ser reducidos y no muy luminosos. Pero él sabe ver muy bien las posibilidades de un espacio por el que pasan toda su familia y sus amigos para ser retratados. Salvo algún retrato que le hace a su hija en exteriores, los hace todos en el patio de aquella ferretería de la calle de la Rúa”.

Otra faceta de la obra de Lacazette eran sus fotografías de encargo para los calendarios de instituciones como el Banco Asturiano de Industria y Comercio o el Banco Herrero. “Tiene algunas imágenes de encargo de Oviedo de mucha fuerza, como una procesión del Corpus en la calle Cimadevilla que tiene una fuerza tremenda. Y también una fotografía de la iglesia de San Isidoro que está coloreada, y además muy bien, en la casa Fournier, en Vitoria. Es un coloreado de calidad”, explica.

Manuel Gimeno, por su parte, destacaba en otro género: el paisaje. Acaso por esa movilidad que le otorgaba su trabajo, dejó imágenes muy potentes de diversos parajes de la región. “El paisaje por excelencia para ambos es la desembocadura del Nalón, que es un paisaje emblemático tanto para los pintores como para los fotógrafos del siglo XIX. Estamos en un período en el que hay momentos no solo de coincidencia de pintura y fotografía, sino que la fotografía adelanta incluso la visión del paisaje pictórico”, reflexiona Crabiffosse.

La obra de estos dos amigos fotógrafos se mezcló y se dispersó a lo largo del siglo XX. “Probablemente, por su hermandad, Gimeno dejó a Edmundo Lacazette las placas de sus paisajes cuando se trasladó a Madrid, en 1900 o 1901, para incorporarse al Ministerio”, sostiene Crabiffosse. Esto explicaría la aparición de las copias en otros archivos. Pero a esa circunstancia se añade la propia dispersión del fondo Lacazette: “Los herederos prestaron los negativos a Armán, que los amplió en una inteligente labor de recuperación, llegando a hacer exposiciones”, relata Crabiffosse. Esto propició que la obra de los dos fotógrafos y la historia de su hermandad quedasen ocultas hasta esta muestra que recupera sus frutos en todo su esplendor.

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