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Los Zapico, profetas en su tierra

“Forma Antiqva” deslumbró en el Auditorio con un concierto sólido y vibrante, en el que interpretó joyas ocultas del archivo catedralicio

Los miembros de “Forma Antiqva”, durante su concierto de ayer en el Auditorio. | Irma Collín

Jugar en casa siempre es positivo, aunque también acarrea una responsabilidad que puede agarrotar al mejor virtuoso. Para “Forma Antiqva”, actuar en el auditorio Príncipe Felipe, el mismo escenario del que fueron durante varios años grupo residente, es lo más parecido a tocar en casa. Así lo dejó claro Aarón Zapico, al inicio del concierto que la formación barroca ofreció ayer en la sala de cámara, y así lo demostró la orquesta durante un vibrante concierto, de cerca de hora y media, en el que demostraron que lo de venirse abajo con la presión no va con los hermanos Zapico ni con su excelso grupo de colaboradores, para deleite de un público que despidió a “Forma Antiqva” con una cerrada ovación.

A “Forma Antiqva” se le vio cómoda desde el minuto uno. Ni siquiera el cambio a última hora del programa previsto, motivado por la suspensión de un festival en Alemania (en el que el grupo preveía presentar ese mismo repertorio, lo que les obligó a modificar su concierto en el Auditorio), alteró a los músicos, que empezaron fuerte con la obertura de “Iphigenia en Tracia”, de José de Nebra, y un fandango de Bernardo Álvarez Acero.

Tras estas dos piezas, Aarón Zapico hizo uso de la palabra para presentar el concierto al público que llenaba, hasta donde permiten las restricciones sanitarias, la sala de cámara. Zapico mostró su agradecimiento, el de toda la formación, por el respaldo del público asturiano y, también, por el programa cultural que está desarrollando la Fundación Municipal de Cultura de Oviedo (FMC), en el que se enmarca el ciclo Primavera Barroca, al que pertenece el concierto de ayer. Una entidad a la que reconoció su apuesta por la cultura y por mantener abiertas las salas de conciertos.

Aarón Zapico señaló que el grupo siente el respaldo del público ovetense y asturiano, y que tras tantos meses de sufrimiento, tras padecer numerosas cancelaciones a causa de la pandemia, ver una sala como la del Auditorio llena resultaba emocionante. Más aún ante el hecho de que tocaban “en casa”.

Sobre el concierto, Aarón Zapico señaló que radiografían musicalmente al Madrid del siglo XVIII, a través de obras singulares, muchas de las cuales gozaron de popularidad en su época, y algunas recuperadas en archivos como el de la Catedral de Oviedo, del que los Zapico exhumaron varias obras de Vicente Basset, incluidas en su disco “Basset”, y del que interpretaron ayer tres piezas durante su concierto.

“Ninguno de estos compositores son Bach o Haendel, pero tampoco les hacía falta. En España tenemos que quitarnos esos prejuicios a la hora de juzgar la música española, tanto el público como los intérpretes. Es necesario conocer nuestra música”, aseguró Zapico, antes de retornar al clave y arrancar un concierto en el que encadenaron las obras del citado Basset con otras de José Castel, Niccolò Conforto, el célebre Luigi Boccherini, Giovanni Battista Mele, Santiago de Murcia y Francisco Carselli, antes de retornar a José de Nebra y, de nuevo, Basset, para cerrar la tercera jornada.

Para ese entonces, el público estaba ya entregado. Habían sido una hora y doce minutos de intenso concierto, con la formación encadenando obra tras obra, con los Zapico brillando al clave (Aarón), la tiorba (Daniel) y la guitarra (Pablo), pero dejando espacio para los soberbios violines de Jorge Jiménez y Daniel Pinteño, para la viola vibrante de José Ángel Vélez, para el chelo distinguido de Ruth Verona, para el rotundo contrabajo de Jorge Muñoz y para la sólida percusión de Pere Olivé. Todos formaron una maquinaria bien engrasada y generosa, entre ellos y con un público animoso al que regalaron dos propinas: una seguidilla de Pablo del Moral, “Nadie publique de amor”, recuperada de los fondos de la Biblioteca Nacional, y un segundo pase del fandango de Álvarez Acero.

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