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Hasta 170 cañonazos contra la Catedral de Oviedo: así fueron las heridas de la Guerra Civil

Los informes realizados en 1938 por Menéndez-Pidal detallan los daños sufridos por los monumentos de la ciudad

Zona del matadero. | LNE / Museo de Bellas Artes / Florentino López

Habían transcurrido tres años desde el final de la Guerra Civil, y alrededor de cinco desde que terminó el cerco de Oviedo, cuando Joaquín Vaquero Palacios concluyó el cuadro que probablemente mejor haya captado la ruina absoluta en la que había quedado la capital asturiana tras la contienda. Con una vertiginosa panorámica, Vaquero Palacios recrea un arruinado perfil de la urbe, con algunos edificios aún en llamas y dominado por la desmochada torre de la Catedral. "Oviedo en ruinas", como el pintor tituló una obra que actualmente se conserva en el Museo de Bellas Artes de Asturias, impacta aún hoy al espectador, pero sorprende más, si cabe, al constatar que la composición no exagera, ni un ápice, el grado de destrucción que sufrió la ciudad. Unos daños de los que daba fe, a principios de 1938, Luis Menéndez-Pidal en los informes que elaboró como Comisario del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional, y que se pueden consultar, en copia digital, desde la página web del Instituto de Patrimonio Cultural de España (IPCE).

Plaza de toros. | LNE / Museo de Bellas Artes / Florentino López

El primer informe, que una anotación a lápiz atribuye a Menéndez-Pidal, se apunta que "Oviedo durante 15 meses, ha sido objeto de un asedio que por su intensidad tiene escasos precedentes en nuestra historia. Dominado por los rojos en los primeros meses el Naranco, donde se desarrollaron las principales acciones guerreras, buscaron los agentes de Moscú las joyas más preciadas de los monumentos artísticos de Asturias para que les sirviese de abrigo a sus baterías. En efecto, en Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo, monumentos nacionales, ejemplares sin igual del arte románico en España colocaron los rojos, varias baterías que eran utilizadas para cañonear la ciudad de Oviedo y especialmente sus monumentos artísticos".

Bombardeos y ruina en Uría. | LNE / Museo de Bellas Artes / Florentino López

Dejando a un lado la retórica franquista y la visión de parte que el arquitecto ofrece de la contienda, el escrito arroja un minucioso conteo de los daños registrados en varios monumentos. Así, en relación a la Catedral contabiliza "170 cañonazos", y apunta que faltan "más de nueve metros a su esbelta aguja, mutilada en todas sus partes" y que "han desaparecido totalmente las hermosas vidrieras del siglo XVI".

«Ruinas de Oviedo», de Vaquero Palacios. | LNE / Museo de Bellas Artes / Florentino López

Menéndez-Pidal también destaca la destrucción del claustro gótico, que achaca al un incendio provocado por "el cañoneo marxista", y conecta los daños con los padecidos por el templo durante la Revolución del 34, reseñando la destrucción de la Sala capitular y de la Cámara Santa. También da fe del avanzado deterioro de la cubierta, alertando del peligro potencial de las lluvias para el retablo mayor y la sillería.

Luis Menéndez-Pidal. | LNE / Museo de Bellas Artes / Florentino López

Continúa el arquitecto reseñando los "ciento tres cañonazos y más de cincuenta bombas de aviación" recibidas por el Hospicio, y señalando además daños por cañonazos en el convento de las Salesas ("convertido en hospital de sangre después de la bárbara destrucción del hospital provincial"), la iglesia de Santa María la Real de la Corte, el claustro del antiguo monasterio de San Vicente y otros conventos y residencias religiosas.

Tropas nacionales en San Lázaro. | LNE / Museo de Bellas Artes / Florentino López

Menéndez-Pidal hace especial hincapié en la situación del antiguo convento de Santo Domingo, que había sido incendiado en octubre del 34, pero que conservaba la iglesia y el claustro. "Casi constantemente en la línea de fuego ha recibido una cantidad enorme de cañonazos, lanzaminas, etc., que han producido daños grandísimos", señala el arquitecto, que también alude a la desaparición de cuadros y reseña el mal estado de una "Virgen del Rosario" obra de su padre, el pintor Luis Menéndez Pidal: "tiene grandes desgarrones, pero tal vez puedan salvarse las figuras".

El Hospital provincial. | LNE / Museo de Bellas Artes / Florentino López

En un segundo informe, fechado el 7 de febrero de 1938 y que está firmado por el propio Menéndez-Pidal, reseña otros daños en San Julián de los Prados (de la que dice que "la armadura quedó colgada", en relación al armazón de la cubierta, y que "necesita bastantes obras de reparación"), San Miguel de Lillo, la iglesia de San Tirso y las murallas. Pero además, en este documento solicita "auxilios económicos para la realización de las obras urgentes, a fin de evitar mayores daños en los Monumentos Nacionales de Oviedo".

Un hombre ante el cadáver de una mujer en San Bernabé. | LNE / Museo de Bellas Artes / Florentino López

El arquitecto llega incluso a esbozar un primer presupuesto para el conjunto de obras a acometer en la provincia. En conjunto, solicita una inversión de 99.000 pesetas solo en Oviedo. El grueso de esa cantidad, hasta 85.000 pesetas, se destina a la Catedral: Menéndez Pidal pide 35.000 pesetas "para reparaciones urgentes en todas las cubiertas (armaduras y tejados)"; otras 40.000 pesetas para obras de consolidación y la instalación de bastidores de madera y cristal en los ventanales para proteger el interior del edificio, y 10.000 para un "apeo urgentísimo en restos de la Cámara Santa", en referencia a un armazón de madera para apuntalar el inmueble. Además, solicita 5.000 pesetas para restaurar las armaduras y los tejados de Santullano, otras 3.000 para reparar la cubierta y las carpinterías en Santa María del Naranco; 1.500 para los cierres y el retejo de San Miguel de Lillo; 2.500 para reparar las cubiertas de San Vicente y 2.000 para las de San Tirso. Era el inicio de la reconstrucción de Oviedo tras la Guerra Civil.

Santa María del Naranco, andamiada (10). | LNE / Museo de Bellas Artes / Florentino López

La torre de la Catedral, destrozada. | LNE / Museo de Bellas Artes / Florentino López

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