Vuelven Djuna y Soriano

Los escritores ovetenses Leticia Sánchez y Jorge Salvador Galindo lanzan la segunda entrega de su saga detectivesca

Jorge Salvador Galindo, Pachi Poncela y Leticia Sánchez, ayer, en la presentación de la segunda entrega de «Oficina de peligros». | L. Murias

Jorge Salvador Galindo, Pachi Poncela y Leticia Sánchez, ayer, en la presentación de la segunda entrega de «Oficina de peligros». | L. Murias / E. L.

E. L.

Vuelven Djuna y Soriano, dos detectives catastróficos, alucinados, bebedores, perpetuamente obsesionados por la literatura. Vuelven los dos personajes creados por los escritores ovetenses Jorge Salvador Galindo y Leticia Ortiz, que ayer presentaron el segundo volumen de la saga "Oficina de peligros" escrita a medias a modo de "cadáver exquisito". Esta nueva aventura, editada por Eolas Ediciones, lleva por título "El trampolín de la muerte".

El libro se presentó a las siete de la tarde en la biblioteca de La Granja, en el Campo San Francisco, en un acto presentado por el periodista Pachi Poncela quien, por cierto, ayer cumplía años. Poncela ve así la saga de Djuna y Soriano: "Si nos pudiéramos finos diría (como dicen los autores) que las historias de ‘Oficina de Peligros’ son una ‘folie à deux’. En realidad, se trata de sofisticadísimas novelillas de kiosco, plagadas de alusiones y homenajes literarios, llenas de acción, irresistibles para el lector (atento o distraído), dotadas del don de la ebriedad. Y todo en menos de 200 páginas. Una maravilla".

La nueva entrega de Djuna y Soriano sigue el excéntrico camino literario abierto en "La carretera del infierno", la primera aventura. El lector se encontrará humor, surrealismo, mezcla de géneros literarios en una novela que transcurre en una noche y, pese a ello, en mil lugares diferentes, desde la Praga de Kafka a una Transilvania poblada de vampiros a la Nueva York de la ley seca.

Jorge Salvador Galindo y Leticia Sánchez repiten la misma técnica con la que escribieron la primera aventura de la saga, un "cadáver exquisito" en el que uno lanzaba la escritura y el otro cogía el hilo y lo desarrollaba, para pasárselo de nuevo al otro. "Esta vez teníamos el método mucho más desarrollado y apenas tuvimos una reunión al principio para plantearnos un esqueleto del argumento y, de hecho, luego nos lo saltamos", explica Galindo. En cuatro meses, estaba lista.

Suscríbete para seguir leyendo