El otorrino ovetense Manuel Fernández-Vega Diego fallece a los 90 años en Madrid
Jefe de servicio en el Gregorio Marañón durante 20 años, era el último superviviente de la tercera generación de la saga médica
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Manuel Fernández-Vega Diego. | LNE / fLucas Blanco
El último superviviente de la tercera generación de la saga médica más conocida de Oviedo se fue este martes sin hacer mucho ruido, pero dejando una huella imborrable entre quienes lo conocieron en la distancia corta. Manuel Fernández-Vega Diego, hermano menor de Luis y Álvaro Fernández-Vega –fundadores del famoso instituto oftalmológico ovetense–, y Elena Fernández-Vega, falleció a los 90 años en Madrid, donde estaba afincado desde muy joven y forjó una prestigiosa carrera, ocupando durante 20 años la jefatura del servicio de Otorrinología del Hospital Gregorio Marañón.
Nacido en Oviedo el 20 de abril de 1932, Manolín, como era conocido entre sus amigos, siguió la tradición médica de la familia, aunque, a diferencia de sus hermanos oftalmólogos, su vocación se enfocó hacia los problemas de oído y de garganta. Siendo un chaval se fue a estudiar a la capital de España. Allí echó raíces y encontró el amor. Se casó con Araceli Feijóo, una gallega nacida por accidente en la localidad burgalesa de Pancorbo durante un viaje de camino a San Sebastián.
Manolín y Ara tuvieron ocho hijos: Aruca, María, Susana, Pilar, Manolo, Nacho, Belén y Veroca, los cuales a su vez le hicieron abuelo de 25 nietos, llegando a conocer a tres biznietos (el cuarto llegará al mundo en días). "Era especial, compaginaba el genio con una gran bondad y mucho cariño", indicó María, la segunda hija de una familia numerosa que ayer se citó en el tanatorio de La Paz, en el municipio madrileño de Tres Cantos, para darle su último adiós.
Si bien dedicó una grandísima parte de su vida a realizar y dirigir complicadas operaciones de garganta y oído durante sus 45 años como médico en el Gregorio Marañón –dos décadas como jefe del servicio– y en su clínica privada de la calle Carbonero y Sol, el doctor Fernández-Vega también sacaba tiempo para volcarse en la familia y sus aficiones.
Junto a Ara recorrió más de medio planeta, especialmente países del tercer mundo, donde compaginaba el turismo con la atención a pacientes de escasos recursos. Un mapamundi lleno de alfileres daba fe en la casa familiar de su pasión viajera, a la que acompañaba con una gran pasión por la lectura. "Hasta el final de su vida era capaz de leer cinco o seis libros a la vez", recuerdan los vástagos de un hombre, "suscriptor fiel de LA NUEVA ESPAÑA", que hace más de tres lustros recibió un duro golpe. La muerte de su inseparable Araceli le dejó tocado, pero no hundido.
A pesar de convertirse en madrileño de adopción, nunca olvidó su origen asturiano. No perdonó, mientras el físico se lo permitió, los veraneos en Ceceda (Nava). Tampoco la cita de los miércoles con la colonia asturiana en la capital del reino. Primero frecuentaban el Centro Asturiano. Luego trasladaron la tertulia al club social madrileño La Gran Peña. En ambos sitios no faltaban las referencias al Principado entre partida y partida de dominó.
Fumador empedernido hasta la llegada de la pandemia del coronavirus, Manolín gozó de buena calidad de vida hasta que hace dos años la borrasca Filomena se cruzó en su vida. Una caída a causa de la nieve le provocó una rotura de cadera. Su día a día ya no volvió a ser igual, pues tuvo que renunciar a buena parte de su vida social y un problema respiratorio le impidió volver a separarse de la bombona de oxígeno hasta que su corazón se apagó esta misma semana.
Familia unida
Su adiós fue la excusa perfecta para reunir a un montón de miembros de la saga Fernández-Vega en Madrid. Al funeral, oficiado ayer por el padre Carlos, sacerdote amigo de la familia, acudió una amplia representación de los parientes asturianos, entre los que no faltó el sobrino del fallecido, el oftalmólogo y expresidente de la Fundación Princesa de Asturias, Luis Fernández-Vega Sanz. "Somos una familia muy unida", comentó emocionada una de las hijas del fallecido, María Fernández-Vega, destacando el gran cariño que Manolín tenía también a todos sus yernos y nueras, entre los que se encuentra el famoso actor, empresario y productor televisivo Emilio Aragón, esposo de su primogénita, Aruca.
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