El concejo, parroquia a parroquia
Limanes, donde Fleming marca la frontera entre Oviedo y Siero
Los vecinos de Limanes levantaron una escultura al descubridor de la penicilina en 1972 porque en la parroquia "murieron familias enteras de tuberculosis"
Un conjunto escultórico dedicado a la memoria del científico escocés Alexander Fleming hace de frontera entre la parte ovetense de Limanes y la zona de la parroquia que se encuentra ubicada en el concejo de Siero. A cada lado del busto del descubridor de la penicilina, erigida por el escultor Félix Alonso en el núcleo de Vallín (1972), está el escudo de dos municipios, que se diluyen en el trajín del día a día de sus gentes y que en su momento sufrieron juntos el impacto de la epidemia de tuberculosis que afectó a España entera en la primera mitad del siglo pasado, una enfermedad que se cebó especialmente con los pueblos de Limanes. "Aquí murieron familias enteras de tuberculosis, pero gracias a la penicilina también se salvó mucha gente. Yo creo que también moría mucha gente de fame, porque después de la Guerra había muchas necesidades. Tenía yo una amiga que siempre decía que había salvado a sus hijos gracias a les patates", explica María del Carmen La Fuente, Maruja, que siempre escribe la ele que encabeza su apellido en mayúscula porque "así lo pone en el carnet de identidad".
Maruja tiene 88 años y una memoria privilegiada. Nació el 9 de febrero de 1935, "el día de Santa Apolonia", en la casa de Roces de Limanes en la que todavía reside. En la fachada de la vivienda cuelga una placa que la identifica como "Casa el chaval". La puso su abuelo. "La vivienda la construyó mi bisabuelo, José Fernández hace ahora casi dos siglos y fue pasando de generación en generación. Cuando mi abuelo Francisco se casó con mi abuela, Laura, abrió un lagar para hacer sidra en la parte de debajo de la casa y le puso ese nombre a la sidra y a la vivienda", señala la mujer. "Vendía sidra por toda la zona de Oviedo y el negocio le fue muy bien. Después lo heredó mi padre", añade orgullosa. A la familia también se les conoce como los "mocetos", un mote que Maruja atribuye a su abuela Laura, la "moceta", pero que no sabe explicar su origen. "Cosas de los pueblos", zanja con remango.
Además de seguir con el lagar, el padre de Maruja, Francisco Fuente, también trabajaba la huerta y el ganado. "Aquí casi todo el mundo tenía vacas y algo de tierra. En casa teníamos patatas, maíz, fabes y leche, así que dimos de comer a mucha gente. La verdad es que no puedo decir que nosotros pasáramos hambre, aunque yo nací justo antes de la Guerra y en aquella época tampoco estaba nadie como para tirar cohetes", señala. Maruja no tiene muchos recuerdos del conflicto que dividió a España, aunque alguno le queda. "Una vez salí de casa a buscar a mi madre siendo muy piquiñina y cayó un bombazo muy cerca de donde yo estaba. No me mató de misericordia, me llenó entera de tierra", dice. Maruja era la pequeña de cuatro hermanos y ahora mismo es la única con vida. "Lo nuestro fue un poco especial. Mi madre llegó a tener diez hijos, pero seis se le murieron al nacer. Lo pasó muy mal", dice.
Maruja empezó a la escuela a los cinco años en Villamiana. "Las profesoras eran dos hermanas, una se llamaba Adelina y la otra Covita. Éramos como cuarenta ñenes y allí jugábamos a la comba, al cascayu y también nos enseñaban a coser. Antes era así". Los niños iban a otra escuela. "Estaba yendo para Casa el Mancu. También habría unos cuarenta alumnos. Antes había muchos guajes en la parroquia y nos conocíamos todos", señala la mujer. "Como yo era la única mujer de todos los hermanos empecé pronto a ayudar a mi madre en casa. Mis tres hermanos están estudiados, todos tienen carrera, pero yo sólo se las cuatro reglas: sumar, resta, multiplicar y dividir. Eso sí, que me den perres que se contarlas sin equivocarme", explica entre risas. Eso sí, de vez en cuando hacía una escapada para divertirse. "Íbamos a misa todos los domingos, pero también a los bailes. Íbamos a uno que había en Vallín, en Casa Germán, a Casa Severa, a la pista de Lorenza en Colloto y a otros muchos. También íbamos al cine Valeriano León, en Granda. Me acuerdo de ver allí a Rita Hayworth quitándose aquel guante en ‘Gilda’. Aquello fue la leche", asegura.
En uno de aquellos bailes, concretamente en Balbona, en la zona de Siero, conoció a su todavía marido, José María Argüelles. "Iban con unos cuantos más y me sacó a bailar. Yo creo que fue un flechazo, pero hace ya mucho tiempo", afirma. "Me casé el 23 de noviembre de 1961 en la iglesia de Santa María de la O de Limanes. Después tuvimos tres hijos, dos varones y una mujer. Vivieron siempre en esta casa hasta que hicieron su vida. Yo nunca quise marchar de aquí. Aquí nací y aquí espero morir", señala Maruja, que también recuerda cuando era joven y "bajaba" hasta Oviedo. "Íbamos de madreñes hasta Cerdeño y allí nos cambiábamos. Teníamos los zapatos en la casa de una señora y hacíamos el cambio. Cuando volvíamos lo hacíamos al revés. Había que ponerse guapas", explica.
Maruja está muy orgullosa de su parroquia y de sus vecinos. "De aquí salió gente muy lista. Hubo jueces, abogados, médicos… Luisín, por ejemplo, era de aquí", señala haciendo referencia a Luis Riera Posada, que fue alcalde de Oviedo entre 1979 y 1983 tras ser elegido en las primeras elecciones democráticas. "Fue muy bueno para Limanes. Entre otras muchas cosas nos trajo el agua a las casas. Antes teníamos que cogerla de los pozos e ir a lavar a los lavaderos. Yo iba al de La Canal, aquí en Roces. Hasta que llegó él estábamos como en la prehistoria con respecto a Oviedo", explica. La mujer también recuerda a Manolín Cima, veterinario, o a Carlos Cima, que fue juez. "Antes nos conocíamos todos y ahora casi no conozco a nadie. En los últimos treinta años se hicieron muchas casas nuevas y todavía siguen haciéndose. Hay más población que cuando yo era joven, pero menos contacto entre los vecinos, eso seguro". Maruja también está muy orgullosa de la tradición alfarera de la parroquia, por eso tembló este verano cuando se enteró de la brutal explosión del horno de gas de José Manuel Vega, "Selito", el histórico valedor de esa tradición milenaria del núcleo de Faro. "Menos mal que no les pasó nada a ellos. No obstante, fue un susto muy grande porque nadie sabe todo el valor que hay en esa casa. Allí se mantiene la historia de esta parroquia", señala Maruja, que recuerda que hasta la Guerra Civil hubo en Limanes más de setenta alfareros. "Ahora sólo quedan ellos y eso hay que cuidarlo", dice.
En cuanto a las comunicaciones está encantada. En la última reunión de vecinos riñó un poco con su sobrina, Eva Sánchez, que es la presidenta del colectivo y también de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Oviedo (FAVO), pero ya se le ha pasado porque se quieren mucho. "Fue por la ubicación de una parada. Luego me di cuenta de que ella no puede hacer nada, pero a veces me cabreo. Es buena, bastante hizo consiguiendo que llegase aquí el TUA. Pasa cada una hora y en quince minutos nos deja en el centro de Oviedo. Es una maravilla", subraya. Los vecinos de Limanes van al médico al centro de Salud de Colloto. "Es nuevo y también estamos muy contentos", remata Maruja.
Una enorme tradición alfarera que se remonta a comienzos del siglo XVI
Según se recoge en los últimos registros de la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales (Sadei), que son del año 2002, el núcleo más poblado de la parroquia de Limanes es Villamiana con 329 habitantes censados. De todos los pueblos de Limanes, el más conocido es el de Faro debido a su tradición milenaria en materia de cerámica. La primera referencia a la industria alfarera de Faro data de comienzos del siglo XVI (1519).
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