Solidaridad ovetense para acoger a jóvenes inmigrantes: "Borremos la idea de que vienen a robar"

La generosidad se impone en La Tenderina, donde su piso parroquial ya ampara a cinco personas sin recursos

Uno de los jóvenes migrantes sale del piso de La Tenderina.

Uno de los jóvenes migrantes sale del piso de La Tenderina. / Miki López

Víctor Delgado

Cuando Alberto Reigada, párroco de La Tenderina, bendijo el nuevo piso que acoge a personas sin recursos en el barrio, José Del Riego, delegado diocesano de Migraciones, les dijo a sus integrantes que "ojalá estuviesen allí poco tiempo". Es la idea que manejan ambos: habilitar un espacio que sirva de cobijo temporal a migrantes, que por su falta de recursos económicos y de documentación, no se pueden permitir el pago de un alquiler. La historia de este inmueble comenzó con un gesto altruista. Un habitual de la parroquia de La Tenderina, que quiere conservar su anonimato, donó el piso para que la iglesia le diese un uso solidario, y a partir de ahí, todo el barrio se volcó con el proyecto. "El piso no estaba amueblado y pedimos ayuda a los fieles. Ahora vamos a tener que montar un mercadillo porque nos sobran los muebles", asegura Del Riego.

La parroquia buscó perfiles que encajasen para valorar a los seis meses su continuidad. "Muchas personas vienen de fuera sin papeles y empiezan a trabajar cuidando ancianos. Cuando el anciano se muere se quedan sin recursos y queríamos buscar una solución", afirma el párroco. Al final, accedieron al inmueble cuatro personas colombianas (una pareja y dos jóvenes), que pronto se convirtieron en cinco. A los dos días de entrar en el piso, la pareja tuvo una niña que ya tiene la nacionalidad española. Reigada y Del Riego supervisan de primera mano que los inquilinos se mantengan activos estudiando o trabajando. Algo de lo que no duda el delegado de Migraciones. "Son gente muy activa que está acostumbrada a buscarse la vida. Debemos borrar esa idea de que los de fuera vienen a robar y a vivir de ayudas", remarca.

Uno de los miedos de la parroquia era que el piso generase recelo entre los vecinos, algo que de momento no ha pasado. El perfil de los inquilinos es distinto al que vive en la calle o acude un albergue. Son migrantes con pocos recursos, pero lejos de la marginalidad o la drogadicción. No tener los documentos en regla es un problema con el que chocan cada día, que les impide algo tan simple como sacarse la tarjeta para viajar en transporte público. También están expuestos a los abusos de empresarios que les pagan "en negro" y a los que no denuncian por temor a perder su única fuente de ingresos. "Trabajo de camarero, cuidando niños, descargando camiones... ", dice uno de ellos, que espera convalidar pronto sus títulos de Colombia para poder trabajar de administrativo en un futuro.

Este modelo de pisos de acogida gestionados por una parroquia, que se suma a los once de los que dispone Cáritas en Oviedo, ya se aplica en Vallobín desde hace siete años. La parroquia de San Melchor heredó un apartamento de una difunta y por allí pasaron personas de Rumanía, Cuba o Venezuela. Ahora mismo, reside allí un matrimonio con tres hijos, al que le está costando salir adelante, algo que esperan conseguir en La Tenderina. "Vivir aquí es una gran ayuda mientras conseguimos un trabajo. Espero que pronto entre otra persona que lo necesite más", remata esperanzado otro de sus inquilinos.

Suscríbete para seguir leyendo