La "Bruja de Oro" ovetense que ya tiene colas para el sorteo de El Niño tras el de Navidad

El popular Estanco de la Suerte sigue atrayendo clientes tras vender otra vez el Gordo y tres quintos premios: "Estamos desbordados"

En primer término, los niños Chema y Carlos Acebal. Detrás, por la  izquierda, Rosa, Antonio y José  María Acebal, María Teresa Muñiz, Julio Acebal, Beatriz Díez y Beatriz  Acebal. | Miki López

En primer término, los niños Chema y Carlos Acebal. Detrás, por la izquierda, Rosa, Antonio y José María Acebal, María Teresa Muñiz, Julio Acebal, Beatriz Díez y Beatriz Acebal. | Miki López / Félix Vallina

La cola para entrar al Estanco de la Suerte de Oviedo se apreciaba ayer desde el otro extremo de la calle Jovellanos. En el escaparate del establecimiento, un vistoso cartel con el número 88.008 anuncia, para quienes aún no lo sepan, que el Gordo del sorteo de Navidad ha vuelto a ser vendido allí, como ya ocurrió el año pasado y en otras dos ocasiones más a lo largo de la última década. Pegados a los cristales también hay más letreros con números ganadores, los de otros tres quintos premios del sorteo del pasado viernes que también salieron de este punto de venta. La suerte es un imán para los clientes, el historial de fortuna del estanco le ha servido para ganarse el apelativo de la "Bruja de Oro de Oviedo" o la "Doña Manolita carbayona" y ha provocado que sus ventas de lotería crezcan de manera exponencial cada año que pasa. A esto contribuyen las llamativas celebraciones de sus dueños, ataviados con trajes vistosos y siempre dispuestos a montar ruido. Ayer, confiando en que siga la racha, los responsables del negocio no pararon de vender décimos para el sorteo del Niño. "Ya estamos desbordados", cuentan.

Con la resaca festiva del día anterior, los miembros de la familia Acebal se pusieron tras el mostrador y no pararon de despachar en todo el día. Las cosas han cambiado mucho desde el año 2010, el año que se les permitió a los estancos como el suyo comenzar a vender lotería de Navidad. "Los décimos salían de la máquina en un papel como el de las primitivas y a la gente no le gustaba, prefería los décimos de toda la vida, no estaban acostumbrados a aquello. Ese año y el siguiente no vendimos casi nada", asegura Rosa Acebal, que es una de las hermanas que trabaja día a día en el negocio. Pero en el 2012 dieron el campanazo. "Nos dio por colgar diez números en el escaparate, uno con cada terminación. Uno de ellos era el Gordo", recuerda Rosa todavía con una sonrisa. "Ese año vendimos sólo 1.500 décimos, 12 eran del Gordo y 500 de una pedrea de ese primer premio, así que repartimos unos 5 millones de euros".

A partir de entonces fue "una locura", señala otro de los hermanos, José María Acebal. "Al año siguiente ya vendimos más de 20.000 décimos para Navidad", añade el hombre dando a entender que las cifras de ventas de hoy en día siguen subiendo cada vez que la suerte se pasa por la calle Jovellanos. No en vano, desde el año 2014 no han dejado de dar al menos algún premio por Navidad y otros muchos a lo largo del año. Además de los cuatro Gordos, tienen en su currículum varios segundos, terceros, cuartos... Pero también han entregado el primer y el segundo premio del Niño en el 2021, Bonolotos, primitivas y hasta Quinigoles de mucha cuantía. Sin ir más lejos, el pasado 8 de diciembre se selló en su establecimiento un Euromillones de un millón de euros. "Nunca vamos a decir su identidad, pero fue para una persona humilde y que lo necesitaba. Eso es lo que nosotros buscamos y lo que de verdad nos llena, cercanía y contacto con el cliente", explica María Teresa Muñiz, que es la matriarca de la familia y ayer, a sus 88 añazos, estaba radiante. "Ya lo dice nuestro eslogan: Nuestro premio eres tú", recordaba con insistencia.

A María Teresa Muñiz y a su familia nunca les tocó nada, aunque "algo" juegan. Lo que le tocó fue trabajar desde los 23 años en el estanco que le dejó su abuela justo frente al actual, donde sólo llevan 30 años. Antes ella estuvo en un pequeño quiosco dentro del recinto de la estación del Vasco, vendiendo tabaco para criar a sus 7 hijos junto a su marido Antonio Acebal de la Vallina, físico-químico del Instituto Nacional del Carbón y propietario de la emblemática panadería El Molinón, de la calle del Águila, que cerró en 1991 tras 150 años de recorrido. "Todo ha merecido la pena", asegura.

Suscríbete para seguir leyendo