El Obelisco de la Caja, tan inmóvil como el "Centollu"

Madrid descarta activar, por el coste, el mecanismo del monolito de Calatrava de la plaza de Castilla, que quedará fijo, como la visera del Palacio de Oviedo

Obelisco de  Calatrava en la plaza de Castilla, en Madrid.

Obelisco de Calatrava en la plaza de Castilla, en Madrid. / E. P.

Chus Neira

Chus Neira

En su tesis doctoral de 1981 el arquitecto valenciano Santiago Calatrava desarrolló uno de sus temas preferidos, "la plegabilidad de las estructuras", pero su práctica profesional ha ido frustrando esa pasión por edificios que se abren y cierran. La mayoría de las obras de Calatrava responden más al "y sin embargo no se mueve", como sucedió en Oviedo con la visera del Palacio de Congresos de Buenavista, que tuvo que quedarse fija, y como acaba de confirmar el Ayuntamiento de Madrid con el Obelisco de la Caja, un monolito metálico en la plaza de Castilla que no se volverá a poner en marcha por los elevados costes.

La pieza de la capital de España fue un regalo de la desaparecida Caja Madrid. Se inauguró el 23 de diciembre de 2009 y ese fue uno de los pocos días en que se activó el complejo mecanismo que hace vibrar las láminas metálicas que cubren el obelisco y genera una ilusión de movimiento de toda la estructura en el espectador. Quince años lleva sin volver a activarse el ingenio y ese fue el motivo por el que, la semana pasada, el concejal de Vox en el Ayuntamiento de Madrid, Fernando Martínez Vidal, preguntara sobre las previsiones para volver a poner en marcha el mecanismo hidráulico. La directora de Patrimonio Cultural, Elena Hernando, le contestó que no estaba previsto porque hace ya una década activar el giro tenía "un coste de 150.000 euros, cerca del 50% del importe total invertido en la conservación del resto de monumentos municipales".

El Calatrava de Oviedo, recién terminado. | N. Orejas

El Calatrava de Oviedo, recién terminado. / N. Orejas

La decisión recuerda la que tuvo que tomarse en Oviedo, tras fracasar reiterados intentos de soldar el peine que guiaba las 32 costillas del edificio del Palacio de Congresos en el movimiento de alzado y descenso de la visera. Posteriores juicios llegaron a determinar que ni en la mejor de las ejecuciones posibles esa pieza hubiera aguantado la tensión del desplazamiento, y el arquitecto fue condenado, en el último pleito, a pagar 3,27 millones por los fallos de la ejecución. El magistrado dijo que el Calatrava se construyó mal pero que también estaba mal diseñado.

El Ayuntamiento se aseguró entonces de que la estructura, que quedó fija, no tenía problemas de seguridad y se dejaron enterrados en el colosal "Centollu" los motores suizos que Waagner Biro había instalado para hacer posible el movimiento. Algo parecido sucedió en el Hemisférico de Valencia, otro edificio de Calatrava que nunca llegó a abrir y cerrar el párpado de su fachada. En esa sucesión de ingenios móviles que no se mueven, el museo de Milwaukee, con su parasol en forma de alas gigantes que se pliegan y se despliegan tres veces al día desde su inauguración, en 2001, es casi la excepción que confirma la regla.

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