Celia Viada encuentra Corao en el Bellas Artes
La directora teje redes con su cinta "La calle del agua" en su visita guiada a la pinacoteca, invitada por el programa SACO
Celia Viada recorrió ayer el Bellas Artes "desde la entraña", guiada por un impulso que Oteiza teorizó y la directora asturiana recitó delante de su primera parada, un "Modelo para cabeza de apóstol" del escultor vasco: "Toda obra de arte es un organismo cuya estructura depende de su función. Su función es el hombre, se dirige a él y le habla. Lo hace para crear en el hombre una sensibilidad perceptiva, para que sepa ver espiritualmente y domine esa percepción según unas necesidades humanas".
En el caso de Viada, invitada a recorrer la pinacoteca en el programa SACO, que todos los años hace este llamamiento a algún creador para que posen su mirada en la colección y el museo, esa sensibilidad le llevó a encontrar en las salas del Bellas Artes su Corao, la aldea donde tiene vínculos familiares y en la que rodó su aclamada ópera prima, "La calle del agua", sobre la fotógrafa Benjamina Miyar.
Ese apellido le permitió detenerse en unos grabados sobre Covadonga de Roberto Frassinelli, "el alemán de Corao", que entró en relación con la familia de Benjamina. O en la fotografía con la que Julio Peinado decoró el escaparate de su estudio en Gijón, una "alegoría de la fotografía" en el que su hija Rafaela, con mirada lánguida y vestido de musa clásica, posa sobre una inmensa máquina fotográfica. Viada explicó que Benjamina aprendió con Modesto Montoto y que Montoto y Peinado colaboraron en varios proyectos, por lo que es posible que Benjamina también tratara a Peinado.
Viada también quiso fijarse en esta pequeña imagen como fotógrafa que es, de la misma forma que finalizó su recorrido en una de las escaleras principales del Bellas Artes ante el impresionante retablo de Santa Marina, 24 tablas del Maestro de Palanquinos en las que Celia Viada encontró "lo más parecido al cine".
La directora se mostró "fascinada" ante este tipo de pintura medieval y tardomedieval, como había hecho antes ante el retablo de los santos Juanes del Maestro de Cubells. "No sé mucho sobre el retablo", confesó, "pero me puedo quedar el día entero mirando esto, me interesa por muchos motivos, cada detalle me deja sin palabras".
Del resto de cuadros que ayer fueron los que le apelaron y asaltaron sus sentimientos –"otro día podrían ser otros"– la directora incluyó también la serie de los caprichos de Goya y los dibujos que hizo de obras de Velázquez y una naturaleza muerta de María Blanchard. Unos y otra le sirvieron también para hablar de Jovellanos, del compromiso ilustrado con el humanismo, y, en el cubismo, de la etapa en la que la pintora santanderina retrató a personajes femeninos en su cotidianeidad, "donde más sintonizo con ella".
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