Entrevista | Rodrigo Olay Profesor y poeta, publica la primera antología poética de Benito Jerónimo Feijoo

"Feijoo trata en verso muchos de los temas que dieron cuerpo a su prosa"

"La obra poética aporta una faceta totalmente desconocida del autor, enriquece su dimensión literaria y da claves biográficas"

Rodrigo Olay.

Rodrigo Olay. / Miki López

Tino Pertierra

Tino Pertierra

Rodrigo Olay (Noreña,1989) ofrece en "Feijoo, poeta" la primera antología dedicada a la obra en verso del ensayista Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764), textos casi secretos que anulan el reproche de que "Feijoo no fue poeta". Olay es profesor en la Universidad de Oviedo y secretario del Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Y poeta.

–¿Era Feijoo un buen poeta?

–Sí, entendiendo que lo era de acuerdo con los cánones de su época. Muchos piensan hoy que la poesía debe incorporar una efusión sentimental subjetiva que no vamos a encontrar en los versos de Feijoo. Él traza sus propias coordenadas: "entusiasmo" (intensidad) y "versificación" (ritmo), y a ellas se acoge.

–¿Qué aporta su poesía?

–Una faceta casi totalmente desconocida, que enriquece su dimensión literaria y nos aporta claves biográficas. Lo que vemos, además, es que trata en verso muchos de los temas que dieron cuerpo a su prosa, de la que su poesía es, por tanto, un valioso complemento.

–¿Cómo se podría definir su poesía?

–Aunque él se ocupó por escrito de definir la poesía y entró en largos debates sobre sus "constitutivos esenciales", nos entenderemos bien si decimos que casi toda su poesía es de circunstancias y que el componente retórico es muy importante en ella. Hay, además, un poema en que Feijoo busca corregir los errores expresivos que un autor contemporáneo ha cometido otro poema. Al hacerlo, llama la atención sobre dos cualidades que definen lo mejor de la obra poética feijoniana: naturalidad y ternura.

–Siendo usted poeta, ¿qué le atrae más de su obra poética?

–Lo que más me ha enseñado como poeta ha sido el trabajo de comparación entre los diferentes manuscritos e impresos que transmitían los poemas de Feijoo. El cotejo de las diferencias hace que uno sea más cuidadoso y consciente de los pequeños matices que introduce toda pequeña variación.

–¿Nos dice algo su poesía de Feijoo persona?

–Independientemente de su talento, su capacidad verbal e intelectual y sus vastos conocimientos, todo ello bien conocido por su prosa, la poesía revela la excepcional integración de Feijoo en el medio social ovetense, su relevancia institucional dentro de la orden benedictina, la importancia que dio a las muchas polémicas en que se vio envuelto y cuánto se implicó en ellas.

–¿A qué corriente pertenece? ¿Se le pueden buscar influencias?

–Creo que su poesía, que se escribe (al menos la que ha llegado a nosotros) entre 1700 y 1750, aproximadamente, puede encuadrarse perfectamente en la renovación del barroco que se produce en esas décadas y que tiende hacia el clasicismo, ya presente en algunas composiciones feijonianas. No obstante, hay que reconocer que las ideas de Feijoo sobre poesía fueron por delante de su propia práctica.

–¿Tiene algún poeta favorito?

–Sin duda. Entre los españoles, su poeta predilecto es Quevedo, y acusa su influencia en muchos momentos de su obra. También se advierte cuánto leyó y admiró a su amigo asturiano y casi coetáneo Francisco Bernaldo de Quirós y Benavides, que lamentablemente murió muy joven en la Guerra de Sucesión.

–¿Feijoo los escribió sin saber que algún día serían públicos?

–Depende. Hay poemas de carácter privado, y conservamos incluso testimonio de su amigo Eladio Novoa de que Feijoo le había pedido que quemase unos epigramas suyos después de leerlos. No debemos perder de vista, no obstante, que hay muchos poemas hechos para correr de mano en mano y ser leídos, sobre todo los de carácter polémico. En ese caso, la clave es que los textos estaban pensados para circular anónimos, aunque todo el mundo pudiera imaginar a quién se debían.

–¿Los poemas satírico-burlescos muestran el lado más frívolo?

–No solo. La mayor parte de ellos están pensados para atacar y descalificar a sus rivales y, en esa medida, revelan su lado más vehemente. Él se había propuesto no entrar en polémicas, pero luego no fue capaz de mantener su propósito, lo que es explicable dado el número de ataques que recibió, y su virulencia.

–¿Los poemas religiosos tienen algo en común?

–En realidad, hay bastante variedad en ellos. Su poema más ambicioso y extenso es de carácter religioso, el Desengaño y conversión de un pecador, de tema casi teológico. Otros se dedican a desautorizar falsos milagros, como su prosa. Los más novedosos y desconocidos hasta ahora son una serie de villancicos compuestos para ser cantados por las Pelayas en distintas fiestas y otros hechos para recibir a las novicias en la ceremonia de su toma de hábito.

–¿De qué forma aborda el tema fúnebre?

–Sus poemas fúnebres se dedican a diferentes figuras célebres. Varios de ellos tienen por objeto lamentar la muerte de Luis I, que reinó unos pocos meses en 1724. Otros se dedican a diferentes figuras intelectuales de la Europa del momento, como el astrólogo Andrea Argoli o la erudita Anna van Schurman. Incluso escribió un epitafio para sí mismo, breve, bienhumorado y falsamente modesto: "Aquí yace un estudiante / de mediana pluma y labio, / que trabajó por ser sabio / y murió al fin ignorante".

–¿Qué pretensiones tienen sus poemas amorosos?

–En realidad, hay que hacer matizaciones al llamarlos "amorosos". Se trata de textos, una vez más, retóricos en los que no hay que buscar claves ocultas. Varios tienen por propósito definir y describir la belleza, tratan del tópico estético del "no sé qué" o incluso buscan explicar los efectos de la música en quien la oye. Son, quizá, sus textos más logrados, en los que abundan los pasajes memorables, como la definición de las cejas de una dama "doseles son de dos soles" o pasajes tan delicados cómo "y no sé cómo respiras / o cómo tu aliento sale / por tu boca, no sabía / que era tan sutil el aire".

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