La violinista granadina María, la dueña del Auditorio
Brillante recital, pleno de lirismo, impecable en el "Concierto" de Bruch con la Filarmónica de Bremen
![La violinista María Dueñas, en primer término, durante la interpretación del «Concierto» de Bruch. | Alba C. Glez.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/bc9414ab-fd7c-41d2-a3b0-b5e01290b250_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg)
La violinista María Dueñas, en primer término, durante la interpretación del «Concierto» de Bruch. | Alba C. Glez. / J. Mallada
María Dueñas fue la protagonista indiscutible de la velada musical de anoche. La joven artista granadina había generado una gran expectación, que se tradujo en un Auditorio Príncipe Felipe al que sólo le restaron un centenar de localidades para registrar el lleno. La violinista, que ya había demostrado su nivel en la capital del Principado mediante un recital con la OSPA, debutaba en el ciclo "Conciertos del Auditorio", organizado por la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo con la estrecha colaboración de LA NUEVA ESPAÑA.
No obstante, la velada comenzó con la "Sinfonía número 1 en re mayor" de Schubert, quebrando así la tradicional estructura –obertura, concierto y sinfonía– de los programas. La orquesta alemana Filarmónica de Bremen exhibió unos graves poderosos que otorgaron una seguridad y solidez a la interpretación muy adecuados. Bajo la dirección de su titular, Paavo Järvi, los germanos evidenciaron una cuerda brillante y unos metales bien timbrados para culminar la primera obra del programa.
Fue entonces cuando María Dueñas, acompañada de una gran ovación, ocupó su lugar sobre las tablas para ejecutar el "Concierto para violín y orquesta, número 1, en sol menor" de Max Bruch. La joven granadina –para que nos hagamos idea, contaba tan sólo meses cuando Järvi asumió la titularidad de la Filarmónica de Bremen– demostró un nivel técnico excepcional, explotando el esmaltado timbre de su violín y recreándose en el lirismo de la pieza. Impecable María Dueñas que todavía ofrecería dos propinas a un público rendido por completo. Junto a la orquesta ofrecería "Après un rêve" (Fauré) y, ya en solitario, la virtuosa pieza "Applemania", de Igusdeman.
La segunda parte estaba formada por la "Sinfonía número 2 en si bemol mayor" de, nuevamente, Schubert. Los alemanes se plegaron a la batuta de Järvi, para lucir equilibrados y precisos en tempo y carácter. Tras dos horas de concierto, los alemanes regalaron una exquisita versión del "Vals triste" de Sibelius para cerrar su paso por la capital del Principado.
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