Los dos monumentos prerrománicos del Naranco no formaban parte del mismo conjunto palaciego (y estas son las pruebas)
El edificio civil de representación de Santa María no tuvo una planificación conjunta con la capilla regia de San Miguel de Lillo
![San Miguel de Lillo y, al fondo, Santa María del Naranco.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/219986f7-a916-4069-967b-b8bc76e5ff14_21-9-aspect-ratio_default_0_x973y676.jpg)
San Miguel de Lillo y, al fondo, Santa María del Naranco. / Miki López
San Miguel de Lillo y Santa María del Naranco no formaban parte del mismo complejo palatino. «No existió el más mínimo acondicionamiento conjunto del terreno entre ambos, y no fue prevista ni construida relación infraestructural alguna que los relacionase físicamente». Esta es la afirmación del arqueólogo César García de Castro, técnico del Museo Arqueológico de Asturias y coautor del hallazgo del carácter original de la posible lápida del sarcófago de Ramiro I. La hace en uno de sus últimos trabajos sobre los monumentos prerrománicos del Naranco, publicado en la revista especializada «Nailos».
Ya en 1877, Amador de los Ríos –y luego Schlunk en 1947– cimentaron el paradigma tradicional de que los dos edificios componían un conjunto palatino de recreo de Ramiro I integrado por un edificio civil de representación (Santa María) y una capilla regia (Lillo).
García de Castro refuta este postulado. Parte de la ordenación topográfica de los dos edificios y de su entorno. Lo primero que aprecia es que no existe ningún camino tradicional entre Santa María y San Miguel de Liño para cubrir la distancia que los separa (230 metros) y el desnivel de 21 metros que hay entre ambos edificios. (El primero está a 365 metros sobre el nivel del mar y el segundo a 386 metros). Solo la distancia que los separa, apunta García de Castro, ya sería «argumento suficiente» para descartar que formasen parte el mismo conjunto palatino. El segundo indicador es que Santa María del Naranco fue construida sobre una terraza artificial de unos 2.500 metros cuadrados y formaría parte de un conjunto mayor de edificios repartidos en su entorno inmediato, a unos 60 metros. De hecho, en unas excavaciones en 1997, García de Castro encontró un muro circular de dos metros de sección a unos 20 metros de Santa María en dirección suroeste. En el estudio publicado por «Nailos», este experto de referencia en el arte de la Monarquía Asturiana sostiene que «si hubiera habido voluntad de construir juntos templo y edificio representativo, la actuación en Naranco habría permitido perfectamente, aumentando la superficie de la terraza artificial, construirlos juntos en una situación topográfica mucho más favorable».
Entre ambos edificios discurre el llamado arroyo de los Pastores que surge unos 160 metros por encima de San Miguel. No se conservan restos de puente alguno, no se identificaron en los movimientos de tierra de 1997-98 para el acondicionamiento de los entornos de ambos monumentos. Y eso, como remarca este experto, que el camino tradicional de Liño «discurre paralelo a la margen derecha del arroyo, ofreciendo un recorrido de más de 200 metros en los que situar el puente». García de Castro apunta que si hubiera habido un puente, este no sería de madera. «La arquitectura asturiana del alto medievo promovida por el poder real es de piedra, y de piedra bien trabajada; no usó la madera como elemento fundamental. En cualquier caso, es patente la ausencia de caminería a la que pudiera haber dado servicio el supuesto puente», escribe. Tampoco las excavaciones arqueológicas han encontrado indicios de una preparación urbanizadora del entorno. No hay huellas de pavimentos medievales de la época próxima a la construcción de los dos inmuebles.
Otra pista que, según este especialista, apuntala su tesis de que no hubo una planificación urbanística conjunta para los dos edificios es la orientación que tiene cada uno. «La puerta de San Miguel se sitúa a espaldas de Santa María». Esta orientación de la puerta de San Miguel apunta, abunda García de Castro, a que había una vía de comunicación desde el Oeste y que había desaparecido por la construcción de las instalaciones del actual Centro Asturiano de Oviedo. El acceso principal de Santa María se hace por el Norte «ocultándose de San Miguel». «Se trata de dos decisiones constructivas totalmente independientes», afirma García de Castro.
Un complejo palatino donde se integrase un palacio y una iglesia precisa de una planificación urbanística y arquitectónica conjunta, incide este arqueólogo: ejes topográficos compartidos, una urbanización común y una comunicación planificada a salvo de inclemencias meteorológicas o una integración en un recinto común. Son características «dictadas por el sentido común» que, escribe García de Castro, se pueden apreciar «en cualquier residencia palatina, desde Aquisgrán, Fankfurt o Paderborn a Constantinopla, pasando por el Laterano romano».
Y a todo eso se suman las «ostensibles y patentes diferencias en la técnica constructiva y repertorio decorativo, que apuntan a una ejecución independiente de cada uno de los proyectos, vinculados exclusivamente por su emplazamiento en una misma propiedad y la voluntad del mismo promotor».
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