La Catedral culmina la restauración de dos de sus retablos más emblemáticos

Las capillas de Santa Bárbara y Santa María del Rey Casto lucirán con todo su esplendor en la festividad del Corpus, que se celebra el domingo

La capilla de Santa Bárbara, con el retablo restaurado.

La capilla de Santa Bárbara, con el retablo restaurado. / Mario Canteli

Elena Fernández-Pello

Elena Fernández-Pello

Tras más de tres meses de trabajo, ha culminado la restauración de los retablos de Santa Bárbara y de la capilla de Santa María del Rey Casto, dos de los más emblemáticos de la Catedral. Los oficios y celebraciones religiosas se han reanudado y han regresado las bodas a la capilla del Casto, una de las más solicitadas por las parejas ovetenses para contraer matrimonio.

La restauración del retablo de Santa Bárbara, bajo la dirección de Natalia Díaz-Ordóñez, coincidió en el tiempo con la del de Santa María del Rey Casto, con Pablo Klett al frente. Jimena Gutiérrez de la Concha y Rocío Muñiz se estrenaron como restauradoras en la Catedral trabajando en el de Santa Bárbara y Cristina Hidalgo y Belén García Montoya formaban parte el equipo que se ocupaba del de la capilla dedicada al Rey Casto.

Este último es un retablo barroco de grandes dimensiones, de más de 10,5 metros de alto, y Pablo Klett ha realizado en él una exhaustiva intervención, que ha consistido en la consolidación de sus elementos estructurales, la fijación de policromías y la limpieza superficial y una limpieza química para restituir los colores originales. La restauración ha sacado a la luz los fondos de los relieves, con paisajes y decoraciones arquitectónicas, que permanecían ocultos por las capas de barniz y suciedad acumuladas en el transcurso del tiempo.

La capilla de Santa Bárbara, con el retablo restaurado, y a la izquierda, una pareja ante el retablo rehabilitado de Santa María del Rey Casto. | Mario Canteli

Una pareja ante el retablo rehabilitado de Santa María del Rey Casto. / Mario Canteli

El retablo de la capilla de Santa Bárbara, a la entrada de la Catedral, a la derecha, es el primero de estilo barroco y de orden gigante que tuvo Asturias, y es obra de Luis Fernández de la Vega, que lo terminó en 1663. En él, Natalia Díaz-Ordóñez ha llevado a cabo varias actuaciones: la limpieza de la mazonería –la estructura del retablo, con sus hornacinas, sus frisos, columnas y otros elementos decorativos–, la retirada de los añadidos de purpurina y el tratamiento de los oros. Las imágenes del retablo fueron retiradas y trasladadas a la sacristía de la misma capilla, para su limpieza y para la reintegración de algunas piezas, desprendidas o deterioradas, que se habían guardado cuidadosamente. Ambas restauraciones, tanto la de la capilla del Casto como la de Santa Bárbara han sido financiadas por el propio Cabildo, que las ha sufragado con lo obtenido por la venta de las entradas a la Catedral.

La capilla de Santa María del Rey Casto se erigió sobre la basílica-panteón de Santa María, que Alfonso II, el Casto, mandó construir a principios del siglo IX. Junto a la Cámara Santa, el templo del Salvador y el de San Tirso conformaban un complejo prerrománico que fue emblema de la monarquía asturiana. Es un recinto cargado de simbolismo, tanto religioso como político. La de Santa Bárbara es obra del arquitecto Ignacio de Cajigal y se construyó entre 1660 y 1663. En el siglo XVII el Cabildo tenía previsto trasladar a ella las reliquias que se guardan en la Cámara Santa, el Sudario y las cruces, entre ellas. Finalmente, se desechó esa idea.

Ambas capillas llevan ya unos días sin andamios, con sus retablos al descubierto y luciendo todo su antiguo esplendor. La festividad del Corpus Christi, el domingo que viene, es una buena oportunidad para visitarlas. Habrá una Eucaristía solemne, a las 12.00 horas, presidida por el arzobispo Jesús Sanz Montes, y, al acabar, procesión por la plaza.

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