Opinión

El día de la marmota

La incapacidad de la región para llegar al despertar económico

Para celebrar que hoy es 2 de febrero me vuelvo a ver “Atrapado en el Tiempo”. Lógicamente echaré un cable a la parte de la población que aún no ha disfrutado de esta película añadiendo una solicitud: no se demoren en visualizarla porque la vida es corta y las diversiones terrenales efímeras.

Les cuento. Un arrogante meteorólogo de la televisión, interpretado por un magistral Bill Murray, se encuentra atrapado en un ciclo de tiempo, así que el pobre infeliz vivirá el mismo Día de la Marmota sucesivas veces, pasando del hedonismo a los actos suicidas y, ya al final, evaluación de su existencia y prioridades.

Hasta ahora siempre había creído que su trama berlanguiana envuelta en comicidad rebosaba genialidad, y digo hasta ahora, porque estarán conmigo en que, una vez más, la realidad supera a la ficción, pues esta trama la vivimos repetidamente en nuestras hartas y tristes vidas todas las semanas ¿Qué digo? Cada dos días, de sobresalto en sobresalto.

Y es que no hay nada de original en la repetición del mismo día una y otra vez. Los asturianos, igual que la mayoría de los españolitos, reproducimos desde hace meses nuestro propio Día de la Marmota, nos regodeamos, o nos retorcemos, con las encíclicas lanzadas desde el estrado del gran animal hibernado, el mismo que no saldrá de su madriguera mediática hasta llegada la primavera aunque estoy por apostar que entonces tampoco lo hará.

Envuelto en el mono-tema, nuestro querido Adrián Barbón se entretiene en querer ser entrenador-influencer cuando no es capaz siquiera de ser jugador en los partidos cotidianos de los pobres ciudadanos hartos y agobiados de obedecer consignas sin fundamento, obligados a malvivir en un imparable chorreo de mensajitos de Facebook o Twitter, sin consistencia política ni fundamento científico, él que tanto esgrime en público, sin que nadie se lo demande. Perplejo acudía el otro día a la falacia silogística que lanzaba sin rubor alguno, haciendo alarde de su desconocimiento gravísimo de las medidas mojigatas e improvisadas que va tomando, siempre siguiendo la estela de otras comunidades.

Planteaba tres alternativas engañosas, para acabar optando por la que el sentido común dictaba, mostrando una vez que encarna aquello de “Manolete, si no sabes torear pa qué te metes”.

Y lo más berlanguiano es su obstinado olvido de otros quehaceres propios de un presidente regional, retozando entre ERTES a la espera de que ayudas europeas o de socios de partido sean aguacero liberador. El “mísero infelice” aún no se ha enterado de que entre 17 comunidades autónomas y 2 ciudades autónomas, Asturias está en el vigésimo lugar. Nuestro hombre-marmota desconoce que el maná hay que buscárselo y que todo lo demás son regalos velados sujetos a contrapartidas.

Los ojos del hombre-marmota brillan en la oscuridad de su madriguera sin alcanzar a comprender que hay que generar riqueza, que tenemos que reconstruir el tejido industrial, favorecer la presencia de las grandes industrias, que se debe impulsar y facilitar la continuidad de trabajos artesanales que amplíen el abanico de salidas laborales y den valía a una tierra en la que la población no llega a descubrir más panorama que el funcionariado o la apertura de canales YouTube.

Se guarece y no le importa el éxodo de mentes brillantes, de agricultores entregados o ganaderos. En su discurso no está el impulsar la gran, mediana y pequeña empresa, no se le oye hablar de medidas para favorecer el empleo estable, para paliar la marea de paro que se nos viene encima. Pero eso sí, seguirá saliendo de la madriguera para lanzar sus discursitos amenazantes, que somos muy malos, que nos portamos muy mal, que hay unos expertos, que no le temblará el pulso. Por Dios, en esa casa ¿no hay nadie con sentido común?

Asturias lleva años suspirando y nadie, entre suspiro y suspiro, es capaz de colocarle el respirador preciso. Habrá que esperar a otra primavera.

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