Paraíso capital

Pablo de Lillo dinamita las etiquetas

"We are the children", la exposición recién inaugurada en la galería ovetense, mezcla obras de cincuenta artistas de distintas generaciones, escuelas, estilos, lenguajes y formatos

Gonzalo García-Conde

Gonzalo García-Conde

Bajo el título "We are the children", con el sugerente objetivo de resultar transgeneracional y masiva, incluso con la ambición de llegar a ser la expo del año, se ha inaugurado en el Estudio Pablo de Lillo (Calle General Zubillaga, 12) una de las muestras de arte más singulares y frescas de las que he tenido ocasión de asistir en los últimos años. Una exhibición colectiva que permanecerá abierta al público hasta el 27 de mayo.

De Lillo explica que, filosóficamente, el concepto en el que se ha apoyado para esta propuesta está basado en los Salones de Arte dieciochescos de París, citas espectaculares que protagonizaban la vida social de la capital francesa en siglos pasados. La idea es alejarse en lo absoluto de la tendencia al minimalismo expositivo que domina en el ambiente museístico y galerista actual, abandonar el concepto de dejar respirar a las obras de arte en su individualidad. Muy al contrario, busca la manera de abrumar al espectador con una sobredosis de estímulos. La manera de trasladarlo al encantador espacio con aire industrial en el que tiene su galería ha sido exponer de manera simultánea obra de cincuenta artistas asturianos mezclando generaciones, estilos, escuelas, lenguajes, ideas y tamaños. Forrando con obra todo el espacio que ofrecen las paredes de su local desde los tobillos hasta el techo. Una propuesta que roza lo silvestre, una explosión primaveral, una torre de Babel artística. Sencillamente apabullante.

Una vez asumido este cambio de registro estético, son todos esos cuadros, mirándonos desde su minúsculo espacio individual dentro del local, los que nos invitan a reflexionar sobre el concepto en sí mismo. La idea de acumular sin medida es divertida, claro, pero la profundidad, que todo tenga sentido, viene dado por la capacidad de convocatoria, por el peso de los artistas. Por la aptitud para llegar a todas las fronteras del universo que se representa. O sea que no era tan sencillo como ponerse a colgar aquí y allá lo que se tenga en un cajón de sastre. Y es precisamente ahí donde la faceta de Pablo y de Carmen Martínez de Yuso como galeristas logra dinamitar los prejuicios. La nómina que compone la muestra habla por sí misma. Comenzando por Fernando Alba (que precisamente tiene estos días una retrospectiva de su obra expuesta en el Bellas Artes), Cuco Suárez, Galano y Vigil. Saltando a Manu García (que no pudo asistir por encontrarse ultimando los detalles de su exposición individual en LA, California) o Pelayo Tamargo y Menchaca del Grupo Pure. Pasando por Cris Busto, Mortimer en varios registros, Víctor Botas, Casilda Riu, Mikha-ez, Pablo Amargo, Kela Coto, Tina Berning, Carlos Suárez... Dos paisajes de nuestra tierrina llenos de colores increíbles en proporciones jamás combinadas con anterioridad firmados por Juan Antón, un artista que tuve la fortuna de descubrir esa tarde. Y así hasta cincuenta artistas asturianos o vinculados artísticamente con Asturias.

Lo que pueda parecer un azar no lo es. La disposición física, por qué unos están aquí y otros allá, es exactamente el trabajo que realiza el galerista. Manejar los egos, guardarlos en el armario. El más veterano comparte aquí espacio con el último en llegar, que no es otro que Juan de Lillo, hijo de Pablo y Carmen al que incluyen en ésta, su primera expo colectiva, con ocho años de edad, en un guiño genial que da un nuevo giro al invento. De esta manera lo más profesional se combina con lo estrictamente intuitivo. Y, a partir de ahí, todo es posible. Lo figurativo entra en diálogo con lo abstracto. Lo costumbrista con lo punki. Lo sobrio con lo extravagante. Los grandes formatos con los minúsculos. Los materiales más nobles con los reciclados. Y una pared desnuda con un cartel de Se Alquila. Que realmente se alquila, usted mismo puede formar parte de esta aventura. ¿Se atreve? Porque el arte en Asturias está vivo, pertenece a todas las generaciones y todos los ambientes y lo mejor puede estar aún por llegar.

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