Con vistas al Naranco
Bailando en Casablanca
Un recuerdo familiar a propósito de la publicación de "Castillos de fuego", de Ignacio Martínez de Pisón
Soy político vocacional desde que nací al conocimiento, pero puestos a comparaciones grotescas o grandilocuentes me interesaron más la literatura y los literatos. Entre éstos, tengo la dicha de haber buceado los mejores creadores. Ahora llega "Castillos de fuego" de Ignacio Martínez de Pisón. Relata lo sucedido de extraña consecuencia, paralela e involuntaria, en mis ancestros. Es repercusión social del traslado de José Antonio Primo de Rivera de Alicante, donde fue asesinado, al Panteón Real de El Escorial. Las mujeres de mi familia materna no lo tomaron ortodoxamente pues la misma tarde participaron en bailongo, ¡danzantes y carabina!, de Casablanca, establecimiento de camareros enguantados que había en Uría, 13, casi esquina a Gil de Jaz. El nombre Casablanca no proviene de la ciudad washingtoniana ni de la sureña marroquí de la famosa película sino de la torre, entonces rascacielos, que se aprecia hogaño retranqueada entre posteriores casas de deficiente diseño. El autor de la Casablanca local no es, por supuesto, deudo en forma alguna de presidente americano ni del cineasta Michael Curtiz. Nuestra Casablanca es obra del gran arquitecto Manuel del Busto que soñó un concepto de provechoso paseo neoyorquino. Por asistir al acto recreativo, e imagino recatado, mi madre y su hermana Lelé fueron multadas por el Gobernador Civil con 200 pesetas de la época y mi abuela, edadismo y supuesta responsabilidad in vigilando, ¡con 400! ¡Por desafectas las tres al régimen! El gobernador quería ejemplarizar a quiénes pertenecían al llamado orden o situación en el Año de la Victoria. Copio íntegro el texto represor en "Desde mi ventana", pág. 278. Mi madre y la suya se enojaron, pero el abuelo, pragmático con punto de cinismo, se alegró pues en su lecho de muerte me entregó la multa que había guardado treinta y cinco años: "a la vuelta de tortilla, tu madre tiene acreditada desafección al franquismo en documento irrefutable". Le quedaba un hilo de voz, pero se sentía orgulloso: Había comprado tres papeles que, ¡Franco en tromboflebitis!, eran, a su deformado criterio, ¡¡utilísimos!!
Casablanca sigue en marmórea beldad, apenas identificable en rededor insustancial.
En cualquier caso, Martínez de Pisón es gran escritor.
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