"La fiesta y yo"

El pinganillo

Carlos Fernández

Carlos Fernández

Las fiestas de San Mateo de 2023 están siendo excelentes, sin más. Gente a calderaos. Y ese es el mejor termómetro. Clarísimo. Por tanto hay que dar la enhorabuena más sincera.

Pero hay dos cosas que siguen pendientes de resolver. La primera, el diseño de los chiringuitos. No hace falta candil para ver que "las casetas", como se llaman ahora, dentro de esa inconcebible cultura andaluza –que es maravillosa, pero en Andalucía– que nos alcanza (Fiesta andaluza en Infiesto, La blanca Paloma en Lada, la "levantá" y demás vocablos y maneras en la Semana Santa en Oviedo, que en la vida se usaron aquí), las casetas, digo, son sosas como ellas solas, sin sabor, sin el aire de anarquía juerguera de los amados chiringuitos. Vamos a "las casetas" porque no tenemos otra cosa, no porque nos gusten. Y añoramos el tiempo pasado como si fuese la juventud perdida. Comenta el alcalde que el sistema de los chiringuitos incumplía normas de sanidad y se contrataban "de aquella manera", y que los actuales, no. Sin ninguna duda es de aplaudir que se hayan corregido esas deficiencias. Por absolutamente lógicas. Pero no van por ahí los tiros.

Aquí, y en muchos más aspectos de nuestra sociedad de hoy, lo que hay es un problema de comunicación. Yo –es un suponer– le digo al señor Canteli: "Alcalde, las casetas son mucho peores que los chiringuitos, no tienen sabor" y él –es un suponer– lo que entiende es: "Alcalde, soy del Partido comunista". Y ahí estamos. Sucede que nací en una familia en la que unos eran de derechas y otros de izquierdas. Y ese fue el mejor regalo que me dio la vida. Porque vi que la cosa no iba de ideas sino de buena o mala persona. Y que el cáncer que todo lo corroía era el sectarismo, la ceguera. El pensar que la solución está en borrar del mapa al contrario, algo técnicamente imposible. Eso fue lo que mamé. Lo dice de forma genial mi siempre admirado Juan Luis del Busto: "Escorando pa la derecha, o escorando pa la izquierda, pero centraos".

Es por tanto un problema de comunicación. Pero ahora no hay disculpa, porque conforme nos ha demostrado el Congreso de los Diputados, lo podemos arreglar con un pinganillo, que me parece una idea genial: un diputao habla en catalán –un suponer–, y el traductor lo pasa a castellano, que es una lengua que también conoce el catalán. Y de ese modo, a ese diputao le queda todo claro. Un hallazgo, la verdad. Pues en nuestro Ayuntamiento, igual. La gente de la calle –vía pinganillo– dice al Consistorio que "Las Casetas" son sosas como ellas solas, y en la Plaza de la Constitución, 1, escuchan eso mismo. Es fantástico.

El otro asunto es lo de las brasileras en el desfile del Día de América. ¿Pero quién diablos diseña el desfile?¿Dónde tiene la cabeza? Primero pasan las brasileras con sus protuberancias al alto la lleva. Hasta ahí bien. Pero detrás, pegadas a ellas, vienen las asturianas de los coros y danzas envueltas en pañoletas, dengues y faldorios hasta les madreñes. El choque anímico es brutal. La gente se hunde. Materialmente. Los hay que sopesan recuperar lo de la emigración a América. Señores de la SOF: separen a esos dos tipos de mujeres. O por lo menos metan el camión de bomberos detrás de las brasileñas.

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